Rafting por rio Irati

Rafting en el Irati: una experiencia para conectar y convivir

Comenzar una nueva etapa universitaria puede ser emocionante, pero también supone enfrentarse a un entorno desconocido. Por eso, en el Colegio Mayor Larraona se organizan actividades que ayudan a los colegiales y las colegialas a conocerse y a crear vínculos desde el primer momento. Una de las más esperadas es la salida de rafting por el río Irati, que este año reunió a veteranos y veteranas y estudiantes de primer curso en una jornada llena de diversión, convivencia y trabajo en equipo.

Entre los veteranos que vinieron a acompañar estuvo Francisco Pla, nuestro colegial de Puerto Rico. Un apasionado de las actividades al aire libre, que lidera el club de senderismo de Larraona. Francisco recuerda con entusiasmo la experiencia: “Fue un día precioso. Nos montamos en la balsa, los guías nos explicaron las normas de seguridad y después recorrimos unos seis kilómetros del río”, cuenta. “Hubo risas, cantos, bailes y hasta nos refrescamos en el agua. Una experiencia diez de diez”, dice. Para él, estar juntos y juntas en un espacio tan pequeño como una balsa, te obliga a tener que socializar y, definitivamente, divertirte.

Así, el rafting no es solo una aventura, sino también una oportunidad para estrechar lazos. En un contexto en el que los participantes se ven obligados a colaborar y a conversar se desarrolla una experiencia única. Y Francisco lo tiene claro: “Es un entorno que facilita la conexión. Entre remar, contar chistes y mojar a los demás con el remo, se crea un ambiente natural para conocerse”, explica. “Creo que el colegio eligió una actividad perfecta para romper el hielo”.

Rafting Larraona

El año pasado, Francisco participó en esta actividad como alumno de primer curso. Fue una experiencia que, según cuenta, le ayudó a integrarse rápidamente y a conocer a compañeros y compañeras con los que hoy convive en el colegio. Por eso, cuando surgió la oportunidad de volver este año como veterano, no lo dudó. “Me encanta estar en la naturaleza y conocer gente nueva”, afirma. “Además, como soy el encargado del club de senderismo del colegio, lo vi como una ocasión ideal para dar la bienvenida a los nuevos colegiales”. Esta actividad une las pasiones de Francisco: la amistad y estar en la naturaleza.

Para él, esta actividad tiene un valor añadido: descubrir el entorno natural de Navarra y España, algo que no había podido experimentar en su país de origen. “En Puerto Rico no hay ríos tan grandes para hacer rafting”, cuenta. “Cuando llegué aquí y me llevaron a esta actividad en mi primera semana, me quedé superentusiasmado”.

La salida de rafting refleja el espíritu de Larraona: un lugar donde los colegiales y las colegialas conviven, se acompañan y se apoyan mutuamente. Más que una simple excursión, es un símbolo de lo que significa formar parte de esta comunidad: aprender juntos, compartir experiencias y construir amistades que duran toda la vida.

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Recomendaciones de nuestro colegial cinéfilo, Íñigo Estensoro

Íñigo Estensoro es un cinéfilo. De los de verdad. Su pasión por las películas va más allá de una ida al cine los viernes por la tarde: lo ha llevado a ser uno de los que organiza el club de cine Larraona, donde proyectan películas aclamadas por la crítica, interesantes por su contenido social, psicológico o cultural. Después de ver las películas, los colegiales y las colegialas discuten la historia, dan su opinión sobre los aprendizajes y conversan sobre la importancia del arte en la vida cotidiana.

Con motivo del 73º Festival de Cine de San Sebastián, Íñigo nos comparte una selección muy especial: sus tres películas favoritas. Según él, no nos habla solo de títulos que han marcado su vida, sino de auténticas joyas del cine que cualquier amante de largometrajes debería ver al menos una vez. Con entusiasmo y pasión, el colegial nos cuenta que estas películas le han hecho sentirse identificado, demostrando un profundo conocimiento de los valores que estas películas transmiten.

Club de cine

La primera en su lista fue Goodfellas, dirigida por Martin Scorsese en 1990 y protagonizada por Joe Pesci, Ray Liotta y Robert De Niro. Íñigo la describe como una de las películas más importantes de todos los tiempos, una obra maestra que combina una estética impecable con una historia tan cruda como fascinante. “Es realista, profunda y visualmente impresionante. Muestra valores humanos complejos y te atrapa de principio a fin”, explica. Para él, es un clásico indiscutible de los años noventa, ideal para quienes quieren comprender cómo el cine es capaz de narrar con belleza incluso las historias más duras.

Tras hablar de este primer título, Íñigo se adentra en otro gran clásico del género de gánsteres: Scarface. En concreto, se refiriere a la versión dirigida por Brian De Palma en los años ochenta, “concretamente entre 1982 y 1983” puntualiza. Es protagonizada por el famoso actor Al Pacino. Esta película es una reinterpretación moderna del Scarface original de 1932. Según Íñigo tiene, sin embargo, una fuerza visual y narrativa que la ha convertido en un fenómeno cultural. El colegial destaca que la figura de Tony Montana ha trascendido la pantalla para convertirse en un símbolo universalmente reconocido. “Lo que más me impresiona es cómo muestra las consecuencias de la ambición desmesurada”, comenta. “Aunque la historia se desarrolla en un mundo de crimen y violencia, todos podemos identificarnos, en cierta medida, con esa lucha por alcanzar nuestros sueños y con los peligros que implica perder el control”, explica. Para Íñigo, esta conexión emocional es la clave de por qué Scarface sigue siendo tan vigente hoy en día.

El colegial reserva su mayor admiración para El Padrino, “es una trilogía dirigida por Francis Ford Coppola que marcó un antes y un después en la historia del cine” dice. Íñigo cuenta que la película se estrenó en 1972 y, pese a tener más de medio siglo, sigue siendo una obra actual en su esencia y estilo. El colegial la describe como una saga profundamente filosófica que explora si el fin justifica los medios. Además, resalta la calidad de sus interpretaciones, deteniéndose especialmente en el papel de Marlon Brando, a quien considera protagonista de una de las actuaciones más emblemáticas jamás vistas. “Es perfecta, simplemente perfecta”, afirma con convicción.

Para Íñigo, El Padrino no solo es una lección de cine, sino también de vida, un ejemplo de cómo el arte puede ayudarnos a reflexionar sobre la familia, el poder y la moral. Son estas ideas sobre el cine las que le mueven a Íñigo a implicarse en el club de cine en Larraona. Ahí nos deja una invitación abierta a redescubrir clásicos que, más allá de su fama, siguen ofreciendo mensajes profundos y universales.

Padres despidiéndose de sus hijos

Un nuevo capítulo: la llegada de colegiales y colegialas 2025

El día de bienvenida ha llegado y más de doscientos estudiantes cruzan la puerta de su nuevo hogar. En los pasillos se encuentran miradas curiosas y saludos tímidos, que pronto se vuelven conversaciones naturales. «¿De dónde eres?», «¿Qué vas a estudiar?», «¿En qué planta estás?». Preguntas que se repiten mientras comienzan a formarse vínculos que, sin saberlo aún, marcarán toda una vida.

Algunos descubren por primera vez las instalaciones: la habitación, el comedor, las salas de estudio. Espacios que dejan de ser extraños para convertirse en parte de la rutina. Entre el bullicio también hay silencios cargados de emoción: estudiantes que, con una mezcla de nervios y entusiasmo, se despiden de sus padres con una mirada cómplice. Esa que dice «estoy listo», aunque ambos sientan un nudo en la garganta.

Los padres, mientras cargan las últimas maletas, intentan soltar amarras, aunque les cueste. Se marchan con la tranquilidad de saber que Larraona será más que un lugar para dormir: será un hogar donde crecer y compartir en comunidad.

Madre en recepción

Una mañana de nervios

A las 10:00 h comienzan a llegar los nuevos residentes. Miradas atentas y pasos inseguros los guían hasta la recepción. Allí, organizados por carreras, conocen a los directivos, reciben sus llaves y dan los primeros pasos en su nueva casa. Poco a poco, las habitaciones se llenan de vida mientras cada uno deshace la maleta y acomoda sus cosas, apropiándose de un espacio que pronto compartirán con amistades y experiencias inolvidables.

Por la tarde, a las 17:00 h, el equipo de Larraona ofrece una cálida bienvenida a estudiantes y familias. Se habla de lo que significa vivir en comunidad, de las normas que facilitan la convivencia y de las actividades que completan la formación universitaria. Es un momento de cercanía, de esa confianza que permite a los padres sentir que dejan a sus hijos en un lugar donde la libertad, el respeto y la amabilidad se cuidan con esmero.

Café de despedida

Después llega el café de despedida, un espacio tranquilo pero emotivo en el que padres, veteranos y directivos comparten recuerdos y experiencias. Entre sonrisas y conversaciones, los padres dan el último adiós, convencidos de que sus hijos comienzan una etapa de aprendizaje y crecimiento personal. La convivencia, esencia de la vida colegial, se nota en cada gesto de acogida y en cada palabra compartida.

Libertad y convivencia

Al anochecer, los veteranos organizan juegos para que los recién llegados rompan el hielo y empiecen a conocerse. Es un tiempo de diversión, de primeras complicidades y de sembrar amistades que crecerán durante el curso. Entre risas y cercanía, el primer día en el Colegio Mayor Larraona termina con la certeza de que la vida universitaria se disfruta más cuando se comparte en un ambiente de respeto y amistad.

Familia en día de llegada

El miércoles pasado recibimos a nuestros nuevos colegiales y colegialas. Sabemos que este día no habría sido igual sin todos los padres y madres que se acercan hasta Larraona para acompañar este momento tan especial. Vuestra presencia y apoyo dan aún más sentido a la acogida y refuerzan el vínculo de confianza que nos une.

Animamos a los nuevos colegiales y colegialas a seguir participando con ánimo en la vida del Colegio Mayor. Ya tenemos historias del fin de semana que queremos contaros.

Aquí encontrarán un espacio abierto y cercano, donde crecer en libertad y compartir con amabilidad cada paso de esta nueva etapa

Voluntariado Brasil

Verano con propósito: el testimonio de Amelia Wefer Moltedo

Desde su primer año de carrera, Amelia Wefer Moltedo forma parte de la familia del Colegio Mayor Larraona. Llegó a Pamplona después de haber vivido una experiencia de voluntariado en Roma con una idea clara: no buscaba solo un lugar donde dormir, sino un hogar que le ofreciera acompañamiento humano y espiritual. Y lo encontró. “Jesús es mi lugar seguro, especialmente en los momentos de dificultad o soledad», declara. «Saber que podía acudir a Él tan fácilmente en la capilla del Colegio Mayor fue una de las cosas que más me ayudó a decidir”. En Larraona, descubrió una comunidad donde sentirse en casa, un espacio donde crecer, compartir y vivir su fe con autenticidad.

Estudia Psicología, una carrera que eligió porque sentía que le daba la posibilidad de trabajar en distintas áreas y que le permite vivir su deseo de ayudar a los demás “con fundamento”, como dice ella. Ese deseo también se cultiva día a día en Larraona, donde ha encontrado amistades profundas, como Alba, que, según Amelia, es “uno de los mayores regalos que me ha dado Larraona. La conocí la primera semana en el colegio mayor. Desde entonces me ha acompañado en todas mis aventuras”.

Estudiantes en Brasil

Además, ha participado en proyectos compartidos y ha encontrado mucho espacio para crear: desde clubes y catas de jamón hasta el coro de misa de Navidad. Cada experiencia suma en un entorno que impulsa acompaña y hace posible que todo eso suceda.

“El colegio mayor me ha regalado tiempo: para pensar, para estudiar, y para aprovechar al máximo todo lo que la vida universitaria me ofrece”, cuenta. Con energía y compromiso, Amelia ha hecho de Larraona su hogar y su base para seguir soñando en grande.

Y sus ganas de crecer están presentes no solo durante el curso académico. Este verano, Amelia viajó junto a su mejor amiga Alba, a São Paulo. La idea era conocer el país, porque allí vive su novio con su familia. Pero un paseo tranquilo no les bastaba: “las dos somos personas muy inquietas, y el simple turismo no era lo que buscábamos. Queríamos hacer algo con sentido”. Por eso, se involucraron en varias actividades con el ECYD de São Paulo, un grupo católico de adolescentes vinculado al movimiento Regnum Christi.

Amigas en voluntariado

Aprovecharon lo aprendido en la universidad para preparar sesiones sobre liderazgo y gestión de conflictos. Lo desarrollaron con la ayuda de Magaly Marrodán, la subdirectora de Larraona, quien las ayudó a preparar el contenido de las sesiones. También participaron en misiones por la fiesta del Corpus Christi, visitando favelas y acompañando a las familias. “Sobre todo, acompañamos a los adolescentes del grupo en su propio camino de entrega a esa comunidad”.

Más tarde, en un campamento con niños de 7 a 17 años, se encargaron de la organización, la animación y el apoyo a los monitores. “No era un campamento cualquiera: la diversión no era el objetivo principal, sino la formación humana y espiritual”, describe. Lo que más la marcó fue ver a tantos jóvenes entregarse con alegría, no por obligación, sino por vocación.

Voluntariado católico

El choque cultural más grande fue el idioma: “Empezamos sin entender casi nada, y poco a poco fuimos comunicándonos mejor”, cuenta. Esa convivencia diaria, tan intensa, la hizo crecer. Aunque su familia, venezolana y de origen italiano, ya le había enseñado a moverse entre culturas, esta vez fue distinto: “aprender desde dentro –no como turista sino formando parte de una comunidad– ha sido un regalo que me ha hecho crecer mucho”, dice.

Y sí, también hubo sorpresas inesperadas: “¡nunca antes había probado el corazón de gallina!”, cuenta entre risas.

Un día especialmente duro, quedarse en la cama unos minutos más le hizo ver algo profundo: su ejemplo contaba más de lo que imaginaba. Entendió que los demás la empezaron a imitar, y que su comportamiento era ejemplar. “Mi papel no era simplemente estar allí, sino formar a las formadoras”, explica.

Colegialas en Brasil

“Esta experiencia me ha hecho enamorarme aún más de la etapa de la preadolescencia y la adolescencia”, comenta “aunque a muchos les intimida esta edad”. Hoy tiene claro que quiere poner su formación al servicio de quienes están creciendo y aprendiendo a ser ellos mismos.

¿Y ahora? “Mi plan es no tener plan… aunque eso sí, a ver si este verano por fin logro sacarme el carnet de conducir. ¡Deseadme suerte!”.

Le deseamos mucha suerte y ánimo durante esta última etapa de verano y esperamos volver a verla pronto, cuando empiece el año académico.

Practicante de medicina

Prácticas de verano: la experiencia de Alexandre Mena

Aunque el curso académico ya ha terminado, algunos aprovechan estos días para seguir dedicándose a lo que les apasiona. Este es el caso de varios estudiantes de Medicina, como los colegiales Martí Viñolas y Alexandre Mena, que han tenido la oportunidad de adelantar sus prácticas clínicas del curso que viene a este verano.

Alexandre Mena nos cuenta más sobre su experiencia y cómo vive estos días previos a sus vacaciones.

 

Alexandre y su pasión 

Tres años se han pasado volando para Alexandre Mena, colegial en Larraona desde el 2022. En ese tiempo, su paso por el Colegio Mayor y la Universidad ha estado lleno de cambios, aprendizajes y crecimiento personal. Desde niño soñaba con estudiar Medicina, aunque no siempre tuvo claro si lo iba a poder hacer realidad. “Cuando entré en la carrera tenía mucho miedo porque decían que Medicina es una carrera super difícil, hecha para genios”, cuenta. “No sabía si iba a ser capaz de hacerlo hasta que llegó el primer examen, me salió genial y vi que en verdad sí valía para esto. Estaba hecho para estudiarlo”.

Hoy, Alexandre no solo avanza con buenas notas, sino que ya está adelantando sus prácticas clínicas: una muestra del compromiso y la pasión con la que vive su vocación. Pero no es nuevo en esto: lleva diez meses como practicante clínico.

Recuerda su primer día con nostalgia: “El primer día en el quirófano es inolvidable. Estás asustadísimo. Te lees todas las instrucciones de qué es lo que hay que hacer, dónde te tienes que poner, cómo hacerlo”, explica. “Y, sin darte cuenta, llegas a tu cuarto mes de prácticas y te manejas mucho más tranquilo”.

Le gusta especialmente el trato humano en las consultas médicas, pero no le importa aventurarse en prácticas quirúrgicas. Este verano está haciendo prácticas de cirugía vascular, que, según él, pueden ser de las operaciones que más miedo pueden dar.

Aunque reconoce que le enseñan bien sobre el trato personal hacia el paciente, asegura que no es lo mismo aprenderlo en teoría que vivirlo en persona. “Lo que le ocurre al paciente te llega a afectar”, comenta. “Tienes que volver al Colegio Mayor sabiendo que muchos lo están pasando mal, o regresas contento porque algún paciente se puso alegre. Esto tienes que saber manejarlo y se aprende con la experiencia”.

 

Verano de prácticas clínicas

Médico, deportista y amigo

Para poder compaginar la exigencia académica con una vida social activa, el Colegio Mayor ha sido clave. Alexandre no solo estudia, también lidera el equipo de baloncesto de Larraona, lo que le permite desconectar, hacer amistades y seguir cultivando otras pasiones.

Valora especialmente la oportunidad que Larraona le ha brindado para conocer a gente de otras carreras. “En nuestro grupo de amigos hay un chico de Derecho y ADE, otro de Arquitectura, y otro de Bioquímica. Es un poco la mezcla de muchos mundos. Y lo agradecemos porque en Medicina, por horarios, a veces estamos muy aislados”.

 

El camino por recorrer

Alexandre se plantea seguir estudiando fuerte para ir definiendo el camino que debe tomar dentro de su disciplina. Es muy curioso, le gusta de todo, pero por ahora, se decanta por la Neurología, área que conoce bien por participar en distintas investigaciones y proyectos.

Y, aunque le queda camino por recorrer, Alexandre sabe que no lo hace solo. El Colegio Mayor seguirá siendo ese lugar que le acompaña tanto en los desafíos del estudio como en todo lo que ocurre más allá de los libros: la amistad, el deporte y todas las vivencias que conforman la etapa universitaria.

Colegial practica esgrima histórica

Enrique Esteban de Cáceres: científico y espadachín

En el Colegio Mayor Larraona, el deporte no es solo una actividad física: es un espacio para vivir los valores que le acompañan. Para muchos, es una parte esencial de su vida colegial. Algunos eligen fútbol o baloncesto, y otros, como Enrique Esteban de Cáceres, se decantan por opciones menos comunes, pero igual de apasionantes, como la esgrima histórica.

Con 22 años y una sonrisa tranquila, Enrique Esteban camina con confianza por los pasillos del Colegio Mayor. Le encantan los retos: ya va por el quinto año del doble grado en Química y Bioquímica de la Universidad de Navarra. Desde Tenerife, Canarias, Enrique se ha dejado guiar por su curiosidad y determinación hasta Pamplona. Disfruta mucho en los laboratorios, y, al salir y colgar su bata, se dedica a practicar esgrima histórica.

De la probeta a la espada

Enrique conoció esta disciplina a través de la página de deportes de la universidad. Se apuntó por curiosidad y se quedó por pasión. “Lo practico desde segundo, pero en cuarto tuve que dejarlo por falta de tiempo. Así que este año he vuelto con muchas ganas”, cuenta. Y se le nota: entrena todas las semanas, sin falta, utilizando los tratados del maestro Pacheco, un referente español en esta disciplina.

A diferencia de la esgrima deportiva que se practica en los Juegos Olímpicos, la esgrima histórica se basa en tratados antiguos, reales, que explican cómo se luchaba con diferentes armas siglos atrás. En esta disciplina no se trata solo de avanzar para atacar al contrincante. Aquí se desplazan en círculos con sables, espadas roperas, dagas e incluso lanzas, dependiendo del día.

 

Estudiante haciendo esgrima

 

La esgrima, para Enrique, no es solo combate. También es historia, literatura y comunidad. Reconoce que este deporte le ha ayudado a desarrollar disciplina, a desconectar de sus carreras exigentes y, sobre todo, a disfrutar pasando tiempo con gente que comparte sus intereses.

Aunque pueda parecer que la ciencia y la espada van por caminos separados, Enrique ha logrado equilibrarlos. “Una cosa es mi vida profesional, a lo que me gustaría dedicarme, y otra es mi vida personal, lo que a mí me gusta y representa mi personalidad”, dice. Aunque reconoce que el doble grado es exigente, ha aprendido a distribuir su tiempo. “Con la experiencia aprendes a medir qué tanto puedes abarcar y cuándo parar”, comenta.

Vida colegial

Una parte fundamental de ese equilibrio ha sido el Colegio Mayor, donde vive desde hace cinco años. Para Enrique, lo mejor de Larraona es la libertad responsable. “No están encima todo el tiempo, pero tenemos claro que nuestras responsabilidades están primero”, explica. Ha aprendido a convivir, a compartir, a apoyarse en los demás y a dejarse cuidar cuando hace falta. Le gusta participar en las tradiciones, especialmente en las jornadas de bienvenida y en la cena de Navidad, que vive con mucha emoción. Y, si no está en entrenamiento, pasa las tardes construyendo mundos fantásticos en su club de juegos de rol.

Colegial que practica esgrima

¿Qué viene después?

 En cuanto al a esgrima, Enrique busca seguir mejorando su técnica con la espada ropera, su arma favorita. Y a nivel de sus estudios, el año que viene espera terminar el doble grado y decidir en qué especializarse y hacia dónde orientar su futuro profesional.

A quien quiera dedicarse a la esgrima histórica, Enrique le lanza una invitación clara: “Que se anime. Es muy divertido. La comunidad ayuda muchísimo y esa primera vez que te pones el equipo y haces tu primer asalto, esa sensación no se te olvida”.

Desde el Colegio Mayor Larraona seguiremos acompañando a Enrique en los avances de su vida profesional y personal. ¡La aventura continúa!

 

 

 

fachada del colegio mayor larraona en pamplona

Un buen curso: testimonios de primer año de vivencia colegial

El curso académico llega a su fin y en el Colegio Mayor Larraona se nota. Las temperaturas suben, los pasillos se vacían poco a poco y los colegiales y colegialas regresan a casa. Ha sido un año intenso, cargado de actividades: senderismo, catas, voluntariados, charlas, celebraciones, concursos, deportes, música… y, sobre todo, de momentos compartidos con otras personas. 

Tres estudiantes de primer año echan la vista atrás para recordar algunos momentos memorables durante su primer año en la Universidad de Navarra y en el Colegio Mayor Larraona. Son Raquel Fuente (1º de Medicina), Pedro Sanz (1º de Medicina) y Manuela Maldonado (1º de ADE con diploma en Innovación y Emprendimiento).

 

dos estudiantes de Medicina

 

Raquel: “Ha pasado todo muy rápido”

Raquel Fuente es de Zaragoza y hace poco más de un año vino con su familia a visitar el Colegio Mayor y la Facultad de Medicina: “En ese momento lo veía todo tan lejano: salir de casa, empezar la universidad, vivir en un Colegio Mayor… Pero ahora ha pasado un año volando, y ha sido un gran año”.  De todo lo vivido, Raquel recuerda especialmente la Fiesta de Bienvenida y la Fiesta de Primavera: “La Fiesta de Bienvenida fue muy divertida, pero la de Primavera superó mis expectativas, ya conocíamos a todos y había más confianza”. 

Como para todas las personas jóvenes, empezar la universidad es un cambio de etapa vital que requiere un proceso de adaptación. Cambio de ciudad, de centro de estudio, nuevas amistades y nuevo lugar donde vivir. Raquel cuenta cómo ha vivido personalmente esa adaptación: “La gente es muy maja, los veteranos y el equipo directivo siempre estaban ahí para ayudarnos. Ahora que ya estoy adaptada al ritmo del Colegio Mayor, la universidad, los exámenes y los planes, quiero participar en más actividades del Colegio Mayor”.

 

un estudiante toca la guitarra en el colegio mayor

 

Pedro: “Ha sido un gran cambio” 

Por otro lado, Pedro Sanz, compañero de la carrera de Raquel y nacido en Puertollano, Ciudad Real, comparte también su proceso de adaptación a la universidad y al Colegio Mayor: “Al final, pasas de  estar en tu instituto con tus amigos de siempre y en tu casa con tu familia a un mundo completamente nuevo. El primer año siempre es más duro, y bueno, la carrera de Medicina es intensa en cuanto a estudio, por lo que este año ha sido de adaptación un poco a todo: al ritmo de estudio, al Colegio Mayor y a la vida en Pamplona”.  Pedro, a parte de médico en potencia, también es músico. Toca la guitarra y el piano y pertenece a las bandas de música del Colegio Mayor. El día que más disfrutó fue también la Fiesta de Primavera: “En la Fiesta de Primavera organizamos los conciertos y estuvimos horas tocando, disfruté mucho, la verdad”. 

 

una estudiante universitaria juega a fútbol

 

Manuela: “Ha sido todo un reto, pero ahora disfruto mucho”

Manuela Maldonado, de Ecuador y estudiante de 1º de Administración de Empresas, cuenta que al principio le se le hizo difícil el curso, ya que le costó adaptarse al nivel que exigían las asignaturas: “Las clases eran complicadas y yo iba más retrasada que mis compañeros, pero me puse a avanzar por mi cuenta y conseguí igualar el nivel estudiando mucho. Eso ha sido lo más duro, ahora ya le he cogido el ritmo y la carrera me encanta, estoy muy contenta”. Manuela es también fanática del fútbol y juega con el equipo de la Universidad: “Yo en Ecuador jugaba bastante y cuando llegué aquí no quería dejarlo. Organizamos con unas amigas del Colegio Mayor ir al poli todas las semanas a darle un poco al balón y nos metimos en algún torneo, ha estado muy guay”. 

Otras actividades que le han encantado y que disfrutó mucho fueron las de senderismo, el rafting a principio del curso y la Fiesta de Bienvenida: “Larraona me ha ayudado mucho a conocer la cultura española muy de cerca. Con todos los amigos que he hecho he aprendido a ver la belleza de las diferencias culturales”.   

 

un grupo de estudiantes universitarias de excursión en un bosque navarro

 

El valor de la experiencia colegial

Si hay algo en lo que los tres coinciden es en su visión de qué les ha aportado personalmente estar en el Colegio Mayor este año. Explican que les ha enseñado a convivir con otras personas, a tratarlas, a entenderlas y a quererlas. A quienes en unos meses comenzarán esta nueva etapa, los tres les dan el mismo consejo: no cerrarse a conocer gente, hablar con todo el mundo. “Aunque al principio dé vértigo, en Larraona te acogen muy bien y la experiencia merece la pena”, aconseja Manuela. Por otro lado, Raquel recomienda aprovechar las actividades que ofrece el Colegio Mayor: “En las actividades conoces a la gente y te juntas con todos. Sobre todo, animo a disfrutar de la etapa universitaria, que es la más divertida y enriquecedora de todas”. 

En septiembre, un nuevo grupo empezará con nervios e ilusión su primer año de universidad. Tendrán la suerte de vivirlo en compañía de estudiantes veteranos y veteranas, además de nuestro equipo directivo y de todo el personal del Colegio Mayor, cuya misión es acompañar a los universitarios y universitarias para aprovechar al máximo esta etapa. ¡Nos vemos en unos meses!

 

tablón con fotografías de colegiales y colegialas

  

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Helen Wilson: una experiencia intercultural

En septiembre, Helen Wilson, colegiala de Larraona, dejó atrás su ciudad natal, Johannesburgo (Sudáfrica) para venir a estudiar el Programa Internacional del Grado de Medicina en la Universidad de Navarra. La razón por la que decidió recorrer tantos kilómetros no fue solamente por el prestigio de la universidad, sino también porque tenía ganas de enfrentarse a la experiencia de vivir fuera de casa, en un país diferente, con un idioma y una cultura distinta. Meses después, con los exámenes terminados, Helen valora satisfecha la experiencia de este curso.

 

 

Nueva vida en Pamplona

Helen no lo duda: está muy contenta con la decisión que tomó. Adora la medicina, y aunque reconoce que su vocación aún está en desarrollo, hoy por hoy sueña con trabajar en Urgencias o en Cuidados paliativos. Le fascina el cuerpo humano, la química y la biología, tanto que se ha inscrito en un programa de Investigación Biomédica de la universidad este próximo junio.

Cuando llegó, sus conocimientos de español eran más bien limitados, sin embargo, con el tiempo ha ido aprendiendo y ahora conversa con soltura y entiende perfectamente.

En la Universidad de Navarra, dentro del Programa Internacional de Medicina, la estudiante ha encontrado justo lo que buscaba. Tiene amigos en clase, profesores que califica de «diez” y unas asignaturas que le apasionan. Se siente acompañada tanto en el ámbito académico como en el personal: «Los profesores siempre están ahí por si tienes dudas”, cuenta. Añade, con gratitud, que en el Colegio Mayor Larraona también ha encontrado una red de apoyo: «Si necesitas ayuda con algo te la van a dar. Están muy atentos para que estés a gusto”.

 

 

Cambio de país y de cultura

Aunque Helen había estado antes en España, ha sido la primera vez que ha venido para quedarse y no volver en un tiempo largo. Su primera visita a nuestro país fue con su familia a los 10 años, y la segunda a los 16, cuando se quedó varias semanas en Barcelona para aprender castellano. Ella misma lo expresa así: “Las anteriores veces que fui a España había ido en mood turista, y la vida del turista es muy diferente a la vida real. Esta vez me quedaba como una local”.

A pesar del contraste cultural entre España y Sudáfrica, encuentra muchas similitudes entre ambos países: “Aquí las personas son muy abiertas, como en mi país”. Sin embargo, hay otras costumbres que han hecho que la adaptación haya sido algo costosa.

Habituada a comer a las 12 de la mañana, aguantar hasta las 14h de la tarde le pareció todo un reto al principio. Con las cenas le ocurrió más de lo mismo. Ahí el día acaba definitivamente a las 20h de la tarde, cuando aquí las 21h es la hora a la que normalmente se empieza a cenar. El invierno en Pamplona también le costó asimilarlo: “En Pamplona hace mucho frío”, dice entre risas.

Sin embargo, aún con estas diferencias, nuestra ciudad le ha conquistado el corazón: “Me encantan las patatas bravas y los planes de caña y pintxo por el centro de Pamplona. También me encanta que todo esté cerca, que se pueda ir andando a todos lados cómodamente y tranquila”.

 

 

Cena temática: Boboties, chakalaka y mieliepap

Antes de las vacaciones de Semana Santa, Helen propuso al equipo directivo del Colegio Mayor organizar una cena temática dedicada a Sudáfrica, con platos típicos de su país, que tuvo lugar el pasado 15 de mayo. Pensó cuidadosamente qué recetas podrían preparar los cocineros de Larraona para que sus compañeros y compañeras pudieran captar la esencia de su cultura. Finalmente, se decidió por un menú sencillo pero muy representativo, compuesto por tres platos tradicionales: bobotie, chakalaka y mieliepap.

El bobotie es un pastel de carne especiado, muy característico de la cocina sudafricana. «Sudáfrica tiene una gran influencia de Malasia y la India, por eso usamos tantas especias en nuestros platos”, explica Helen. El menú se completó con chakalaka, un salteado de verduras con un toque picante, y el mieliepap, harina de maíz mezclada con agua y leche. Fue una cena tradicional sudafricana con la que Helen consiguió llevar un pedacito de su hogar hasta el comedor del Colegio Mayor.

 

Helen con su abuela haciendo koeksuster, un dulce típico de Sudáfrica.

 

Además de estas recetas, Helen destaca otros platos típicos de su país. Entre ellos está el bubble tea, una bebida que disfruta especialmente, y un postre tradicional llamado malva pudding. «Es parecido al sticky toffee pudding de Inglaterra, pero mejor”, comenta riendo. En invierno lo suelen tomar acompañado de natillas calientes, y en verano, con helado. «Es un postre delicioso que se puede disfrutar en cualquier momento del año”, añade. Otro dulce típico es el koeksuster.

 

El valor de la diversidad cultural

Helen resalta la importancia y el valor humano que tiene organizar actividades culturales en el Colegio Mayor, ya que enriquecen a quienes participan. «Yo puedo contar a mis amigos cómo es Sudáfrica y la gastronomía del país, pero para entenderlo de verdad hay que probarlo y vivirlo”, explica. Además, señala que en Larraona hay un gran grupo de estudiantes internacionales, y considera que este tipo de encuentros son una gran oportunidad para que todos conozcan distintas culturas a través de su gastronomía.

Para Helen, la diversidad cultural no es algo nuevo. «En mi país convivimos muchas culturas, muchos idiomas y formas distintas de pensar. Por eso a Sudáfrica se la conoce como The Rainbow Nation”, explica. En ese sentido, cree que cenas como estas ayudan a abrir la mente, conocer a más personas y enriquecernos más humanamente.

 

Diseño sin título

Viernes de voluntariado en D-Espacio, una experiencia muy valiosa

Desde principio de curso, un grupo de colegiales y colegialas ha participado en un proyecto de voluntariado con D-Espacio, una asociación sin ánimo de lucro ubicada en el centro de Pamplona que ofrece distintas actividades para jóvenes con discapacidad intelectual y sus familias. El objetivo de esta asociación es fomentar la inclusión y el desarrollo personal de estas personas a través de actividades educativas, deportivas y culturales. En nuestro Colegio Mayor, este voluntariado se suma al del acompañamiento de mayores en la Casa de la Misericordia, que lleva funcionando con éxito desde el curso pasado. 

“Es muy distinto de los voluntariados que había hecho hasta ahora, pero con diferencia, es el que más me ha gustado”, afirma Raúl López Pascual, participante de esta actividad. El colegial,estudiante de 1º de Gestión Aplicada en la Universidad de Navarra, es un joven activo al que siempre le han motivado los retos, sobre todo, el de servir a los demás. Ha participado en distintos voluntariados, como en un comedor social o en residencias de personas mayores, pero reconoce que este curso ha vivido una experiencia diferente.

El proyecto se presentó en unas jornadas informativas que hubo en septiembre y a partir de entonces se puso en marcha. Raúl dudó en apuntarse y, aunque reconoce que al principio le imponía un poco, cuenta que pronto se convirtió en una de sus actividades favoritas de la semana.

Funcionamiento del voluntariado

El voluntariado ha tenido lugar los viernes de 18:30 a 20:30h durante el curso. Cada semana han ido unos cinco o seis estudiantes que se han coordinado con la asociación para acompañar al grupo de adolescentes (jóvenes entre 14 y 17 años) que estuviesen apuntados ese viernes al plan. El punto de encuentro habitual ha sido la Media Luna, allí se reunían con los chicos y chicas participantes y desde ese momento, la tarde tomaba el rumbo que el grupo marcaba: un paseo por el centro, juegos en el parque, chuches en la Plaza del Castillo… Incluso, un día, hicieron una sesión de karaoke en la Casa de la Juventud. Si el calendario coincidía y era el cumpleaños de alguien del grupo, la tarde se convertía en celebración. 

 

 

Raúl y Lucía: experiencia y aprendizajes

Raúl comparte uno de los momentos más memorables del voluntariado para él: “Fue el día que hicimos karaoke. Los chicos salieron completamente de su zona de confort y lo disfrutaron como nunca. Fue un viernes distinto, y se notó. Todos nos reímos muchísimo”, cuenta. Esa tarde es un ejemplo del buen ambiente que viven nuestros colegiales y colegialas cada viernes en D-Espacio.

“Pienso que deberíamos de vivir la vida como la viven ellos muchas veces”, reflexiona Raúl. “Hay mucha inocencia, dulzura, todo les sorprende, todo les hace gracia. Deberíamos parecernos un poco más y disfrutar como lo hacen ellos”. En un mundo marcado por un ritmo acelerado, cuenta que este voluntariado le ha enseñado a mirar la vida con otros ojos, a detenerse y a agradecer: “Este voluntariado me ha hecho ser más agradecido. Es muy gratificante, porque ha sido una de esas actividades que te apetece que llegue ya el día, y no solo por ayudar con los chicos, sino porque sabías que a ti también te ayudaba”, explica. Raúl no duda en afirmar que, si el próximo curso se da la ocasión de repetir el voluntariado, lo hará encantado.

 

Lucía Mayendía, otra colegiala que también ha sido voluntaria, destaca que se lleva “recuerdos increíbles” del plan de los viernes.

Cuenta que, entre las muchas lecciones que ha aprendido, la más importante ha sido entender que esta actividad de los viernes no solo consiste en cuidar o enseñar. “Al final y al cabo, ellos tienen casi mi misma edad”, comenta. Para esta estudiante de 1º de Psicología, lo esencial ha sido construir una relación de amistad que va más allá del voluntariado: “Eso creo que lo hemos conseguido”, afirma contenta. 

También comparte una anécdota que le marcó: “Cuando volvimos después de las vacaciones de Navidad y fuimos a verlos el viernes, nos recibieron con abrazos y gritos de alegría. Fue un momento muy especial. Me di cuenta de cuánto nos habían echado de menos”. Al igual que a Raúl, Lucía piensa que esta experiencia le ha marcado. Para ambos, el voluntariado extracurricular del Colegio Mayor ha sido una forma de crecer, aprendiendo a valorar más el tiempo compartido y a cultivar la amistad y la generosidad.  

 

 

Convivencia y valores colegiales

Raúl concluye su testimonio destacando el impacto de la actividad en los colegiales y colegialas que asistían cada viernes: “Nos obligaba a salir de nuestra zona de confort para darnos a los demás”, afirma. Destaca que el proyecto, aparte de haberles permitido acompañar y conocer a estas personas, les ha hecho profundizar en la relación entre los colegiales y colegialas que han participado: “Hemos hecho mucha piña y nos hemos unido mucho”, asegura.

Desde el Colegio Mayor Larraona siempre hemos tratado de impulsar diferentes iniciativas de cooperación y voluntariado, conscientes del inmensa inmensa riqueza que generan, no solo para las personas con las que se trabaja, sino para todo aquel que participa. Son los valores de Jesucristo y de San Antonio María Claret, que nos impulsan a abrirnos y servir a los demás.

Como expresa Raúl: “Es una experiencia enriquecedora que te enseña a ver la vida desde otra perspectiva, desde sus ojos. Y eso, aunque muchas veces no lo parezca, es todo un privilegio que no todo el mundo tiene”. 

Raúl lo resume con una frase que lo dice todo: “un reto divertido que te agranda el corazón”.

 

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Una lección magistral sobre el valor de una buena nutrición

El pasado 5 de abril tuvimos el placer de celebrar el Acto de Imposición de Becas de los colegiales que llevan tres años viviendo en el Colegio Mayor Larraona y la entrega de Placas de Fin de Grado a aquellos que finalizan sus estudios. El Acto estuvo repleto de momentos conmemorables, y uno de ellos fue la lección magistral que impartió Don Pedro González Muniesa, licenciado en Farmacia y doctor en Fisiología y Nutrición por la Universidad de Navarra, y antiguo colegial que, un día como estos hace varios años, recibió su Beca del Colegio Mayor. Además, en esta ocasión fue becado de nuevo, con una Beca de Honor por su brillante trayectoria, su habitual colaboración y su sentido de pertenencia a Larraona.

 

  

El valor de la comida saludable 

La charla giró en torno a la importancia de una buena alimentación y nutrición en favor de nuestra salud física y emocional. Nuestro invitado de honor recordó que una alimentación saludable es fundamental para prevenir enfermedades y garantizar el desarrollo adecuado de cada etapa vital. También las personas jóvenes han de cuidar lo que comen, por eso nuestros menús están diseñados por una nutricionista-dietista y son preparados al momento por nuestro personal de cocina. Los recuerdos de la etapa colegial incluyen inevitablemente los momentos en el comedor, a los que Muniesa hizo referencia, compartiendo algunas anécdotas con el tono formal, pero a la vez cálido y cercano que lo caracteriza.

El profesor empezó su intervención lanzando una pregunta que parecía obvia: “¿Qué es lo que hacen todas las personas del mundo?” Por supuesto, comer. A partir de ahí, compartió algunas claves que hicieron que todos tomásemos conciencia sobre el valor de una buena alimentación.

 

 

Alimentación plant-based, impresión en 3D… nuevos retos y soluciones  

En primer lugar, habló de que para 2050 la población mundial iba a alcanzar los 9 billones de personas, lo que exige cambios urgentes en nuestros hábitos alimenticios para que las fuentes de alimentación den abasto.

Recomendó reducir el consumo de proteína animal y optar más por productos locales ya que ayudan a reducir el uso de combustibles fósiles. También habló de la alimentación plant-based, una dieta que se basa principalmente en alimentos de origen vegetal. Alegó que “ayudaría a cuidar el planeta y a nosotros mismos” ya que priorizar la proteína vegetal frente a la animal podría ayudar a reducir los gases de efecto invernadero y enfermedades relacionadas con la nutrición.

Mencionó una nueva realidad cada vez más cercana: el cultivo de hongos y carne en un laboratorio. Nos habló de una empresa de Pamplona llamada Cocuus capaz de producir diferentes alimentos en 3D, con tinta de proteínas vegetales, con mismo color, forma e incluso sabor similar al alimento original.

En segundo lugar, Muniesa ilustró de nuevo cómo la tecnología —concretamente la impresión 3D— puede mejorar la vida de las personas mayores, sobre todo las de aquellas que tienen problemas para tragar, que son cada vez más. Para 2050, habrá más de 1.600 millones de personas de más de 65 años. Ante esto, se está utilizando la impresión 3D para mejorar la alimentación. Ya hay técnicas que imprimir en 3D un mismo puré que iba a comer una persona enferma, dándole forma y textura de, por ejemplo, unos muslos de pollo.

 

 

Lo último en investigación: oxígeno, cronobiología y medicina personalizada

No solo importa qué comemos, sino cuándo, cuánto y cómo lo hacemos. En ese sentido, Muniesa dio un dato alarmante: “Más del 75% de las muertes o enfermedades en algunos países desarrollados están relacionadas con la nutrición”. Ante este problema, hay mucha investigación realizada y por hacer. El profesor compartió con nosotros tres ejemplos de proyectos en los que está trabajando junto con otros científicos.

El primero se basa en la importancia del oxígeno en nuestro metabolismo. Lanzó al aire una pregunta que dejó a todos los presentes perplejos: “¿Sabéis que la comida y bebida que injerís solo representa el 0,8% de volumen que entra en vuestro cuerpo?”. Respondió que el 99,2% restante es oxígeno. Contó que, por ejemplo, las personas que viven a tres mil metros sobre el nivel del mar y que les cuesta más conseguir ese oxígeno, tienen menos posibilidades de tener diabetes tipo 2, obesidad u otras enfermedades.

El otro proyecto tiene que ver con la cronobiología, la ciencia que se dedica al estudio de los ritmos biológicos. Para ello hicieron un experimento muy interesante en el que varios voluntarios llevaron durante 14 días un sensor que les media la glucosa cada quince minutos y un reloj que registraba sus movimientos, su temperatura corporal, la exposición a la luz, el sueño y otros factores. Y gracias a todos los datos que les llegaban, pudieron decirles a los voluntarios qué nutrientes son más saludables para ellos y a qué horas deben tomarlos.

Muniesa también habló de un tercer proyecto sobre medicina personalizada para pacientes con diabetes tipo II, pero no pudo extenderse mucho más e invitó a que las personas interesadas en el tema le contactasen. Por último, explicó los problemas principales de la sociedad actual en la nutrición y aportó posibles soluciones. Habló del peligro de los ultras procesados y que “un consumo elevado de ellos puede conducir a enfermedades cardiovasculares, cáncer e incluso problemas de depresión” alegó. Criticó también el consumo excesivo de proteína y el consumo excesivamente bajo de calorías para aquellas personas que quieren verse muy delgadas.

Con todo ello, terminó la lección magistral citando a dos grandes filósofos griegos, Hipócrates: “Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina tu alimento”. Y Aristóteles: “La virtud se encuentra en el término medio”.

 

Más allá de la nutrición

Muniesa abordó la nutrición desde una perspectiva integral, recordando que alimentarse no es solo una cuestión de ingerir alimentos. Según explicó el excolegial, cada vez que comemos entran en juego las tres funciones de la nutrición: la metabólica, que permite al cuerpo obtener energías y nutrientes; la sensorial, que se activa con el sabor, los olores y el placer que sentimos al comer algo rico; y social, que cobra vida al compartir la mesa con otras personas. ¡La comida une a las personas! Por eso la mejor manera de terminar el día de Becas fue con un rico aperitivo en nuestro comedor.