tres estudiantes jóvenes colegiales de Larraona

Convivencia, mediación y crecimiento – Entrevista a Magaly Marrodán (I)

Magaly Marrodán se ha incorporado este curso como subdirectora del Colegio Mayor Larraona. Licenciada en Pedagogía por la Universidad de Navarra (1987), es experta en Mediación (Experta en Mediación Familiar por la Escuela Vasco Navarra de Terapia Familiar, 2002) y Gestión de Conflictos (Diplomada en Intervención Sistémica Breve por la Alianza Española de Terapia Sistémica Breve, 2016-2019), un referente en nuestra comunidad foral en Mediación familiar, educativa y organizacional. Ante todo, es una persona con una gran vocación educativa y asistencial, y con una pasión inquebrantable por el trabajo con las personas. Hablamos con ella sobre el acompañamiento que se realiza en el Colegio Mayor en temas de convivencia, mediación y crecimiento personal.

 

foto subdirectora colegio mayor larraona

 

Como explica el director, Juan Gallego García, el acompañamiento es una de nuestras señas de identidad. ¿Cómo se trabaja en el día a día?

Acompañar significa estar presentes en la vida de nuestros colegiales, estar ahí para lo que puedan necesitar en su crecimiento personal y académico. Participamos de su  día a día, comemos con ellos, cenamos con ellos… Observamos sus dinámicas a todos los niveles: quién está solo, los grupos que se forman, cómo se comportan, etc. El seguimiento de su rendimiento académico también nos da pie a hablar con ellos. Además, los miembros del equipo directivo siempre trabajamos “con la puerta abierta” para que los estudiantes puedan entrar a consultar cualquier cuestión que deseen. Nos encontramos con personas que pegan en la puerta y se sientan porque quieren hablar y otros que no lo piden y de algún modo tenemos que acercarnos nosotros.  Y desde ahí vamos realizando nuestra labor de acompañamiento a cada uno de forma individual, siempre desde el respeto y la libertad.

 

Cada colegial tiene unas necesidades específicas.

Al final, al Colegio Mayor vienen personas con perfiles, caracteres y experiencias vitales muy diferentes, que confluyen para convivir. El acompañamiento que nosotros realizamos desde aquí es precisamente para favorecer esa convivencia entre colegiales. Esto no es un piso en el que el estudiante entra, sale y ya está, relacionándose con cuatro compañeros, sino que hay mucha vida, mucho por compartir. Eso lo trabajamos desde los principios que tenemos como la colaboración, los valores religiosos o la libertad responsable.

 

la subdirectora acompaña a un estudiante del colegio mayor

 

¿Cómo se actúa ante los conflictos que pueden surgir con los colegiales?

Aparte de abordar ciertos temas de forma proactiva o preventiva, cuando surge algún problema concreto que afecta a la convivencia actuamos para intentar solucionarlo de forma cooperativa. A veces se dan actitudes indebidas, de falta de educación o de solidaridad con los compañeros, en definitiva, de aprender a convivir. Un ejemplo es cuando en el comedor se dejan tras la comida la mesa sucia o no recogen los platos, cuando se producen ruidos en la zona de habitaciones etc. Abordamos estas situaciones, en un primer momento desde el diálogo con ellos, para que reflexionen sobre sus conductas y actitudes y les ayudamos en la construcción de salidas o soluciones que puedan contentar a todas las partes. Si esto no funciona, siempre pueden aplicarse las sanciones contenidas en las normas de convivencia, pero entendemos que la vía de la participación y responsabilización es más educativa y les ayuda en su crecimiento y maduración. La sanción no modifica los comportamientos de forma intrínseca, en cambio, la educación, sí. Y es un trabajo constante el que tenemos que realizar, porque cada año se incorporan nuevos estudiantes.

 

Una de las herramientas que se utilizan para gestionar los conflictos y educar para la convivencia es la mediación. ¿Cómo se aplica en el Colegio Mayor?

Aplicar la mediación en cualquier ámbito supone generar una cultura del diálogo y de participación para solucionar las situaciones difíciles o conflictivas que se produzcan, además de prevenirlas. Llevándolo a una situación concreta, tuvimos un conflicto por un tema de ruidos en un piso y me reuní con todos los colegiales implicados en una sala, unas quince personas, para llevar a cabo lo que los profesionales llamamos una intervención mediadora. Consiste en que, antes de aplicar el “reglamento sancionador”, se produce una intervención en la que todas las partes puedan explicarse. La escucha es una herramienta de mediación que permite ver qué intereses y necesidades tiene cada parte, en este caso, los que metían ruido y los que lo sufrían. Además, después de escucharlos, hay que devolverles la responsabilidad de las cosas que hacen que sean conscientes de lo que ocurre, para, finalmente, valorar entre todos qué se puede hacer para solucionar la situación. Salieron cosas interesantes, llegaron ellos a un acuerdo para realizar un grupo de WhatsApp del piso y poder avisarse entre ellos de las molestias que se causaban antes de quejarse directamente en la recepción o dirección del Colegio Mayor. Con ello aprendieron a autorregularse. Se mejoró bastante. Y lo más importante, al participar ellos en las soluciones, cumplen lo acordado.

 

¿Cuáles son las ventajas de este tipo de intervenciones?

Más allá del resultado que tuvo, para mí lo más importante es que aprenden a hacer esto. Es decir, que se dan cuenta de que hay otra forma de comunicarse, que no es escalar un conflicto y entrar en pelea, sino que, diciendo las cosas bien y expresando lo que uno quiere, cómo se siente y pidiendo de la manera adecuada, se pueden conseguir acuerdos. Cuando yo hice esa sesión de mediación con los colegiales ellos vieron cómo me comunicaba y cómo yo iba quitando los juicios de valor a lo que decían. Lo que queremos es que ellos aprendan y eso se hace imitando. Así se construye una cultura de colaboración o de la paz a través de la comunicación no violenta. Empatía, asertividad, autocontrol… Son la base de la prevención de conflictos. También fomentamos esta cultura de la mediación promoviendo la participación de los colegiales, que es una de las características de este Colegio Mayor.

 

jóvenes universitarios del colegio mayor

 

Esta educación integral favorece la convivencia y estimula el crecimiento personal de los estudiantes.

Acompañar es atender a la persona en todas las necesidades que pueda tener, siempre desde el respeto al colegial, a su lado, ayudándole, a veces empujándole un poco para que vaya madurando, avanzando en su camino. Si lo vemos necesario tratamos de darles pautas, de explicarles, pero sobre todo de plantearles preguntas para que sean ellos quienes encuentren las respuestas, y no tanto diciéndoles siempre lo que tienen que hacer.

 

A partir de septiembre de 2023 el Colegio Mayor va a empezar a acoger a estudiantes chicas, por lo que la convivencia entre colegiales y colegialas será previsiblemente más rica y más compleja.

Es un reto maravilloso que estamos preparando con mucho interés, dedicación y formación. Queremos que aquí la convivencia sea como en la vida real: hombres y mujeres relacionándose desde el respeto, la colaboración y la libertad responsable, valores del CM. Va a ser muy enriquecedor. Hombres y mujeres somos diferentes, y en la diferencia está el crecimiento.

 

La entrevista continúa en Educación integral para la juventud de hoy – Entrevista a Magaly Marrodán (II).

estudiantes con el capellán en el colegio mayor

Del evangelio a la vida – Grupo de fe de Larraona

Javier, Cristina, Pablo, Leire, Candela, Eneko y Agustín se reúnen todos los lunes con Josu Jiménez, nuestro capellán, para participar en el grupo de Fe y vida cristiana del Colegio Mayor Larraona. ¿Y qué hacen en estos encuentros? “Primero se discute lo que pasa en el colegio”, dicen entre risas las chicas que vienen de fuera del Colegio Mayor. Se trata de un grupo acogedor y con muy buen ambiente, un lugar en el que escuchar, aprender, compartir con libertad, crecer y vivir la fe cristiana acompañado.

 

un fragmento del evangelio según San Lucas

 

“Josu prepara el material y primero nos invita a reflexionar sobre un ámbito de la vida, luego leemos el evangelio y vemos nuestra vida respecto a lo que hemos leído. Terminamos con una oración”, explica Javier.

“Después de reflexionar, lo ponemos en común, contamos qué nos ha sugerido”, dice Eneko. “Yo me apunté al grupo porque soy católico, así que cuando vine al Colegio Mayor y vi que existía esta iniciativa no lo dudé”.

Agustín también participa desde el principio: “Yo igual, para mí la fe es una dimensión muy importante de mi vida y es muy enriquecedor venir aquí y poner en común con los demás”.

Hay otros que se apuntaron “por casualidad”, como Pablo, o que vinieron invitados por otros miembros del grupo, como Cristina o Candela. Siguen, porque compartir esta experiencia con los demás les ayuda.

“Lo que intentamos es hacer una lectura más experiencial, vital”, explica Josu. “Comprender el contexto del evangelio y hacer preguntas desde el texto a la vida nos ayuda a que el evangelio ilumine nuestro vivir, que no sea solo como una clase de teología o religión”.

 

dos estudiantes reflexionando

 

Así lo ve también Candela: “El evangelio con las preguntas adecuadas te puede llegar a tocar más que si simplemente lo lees. Reflexionamos, sacamos preguntas y buscamos respuestas. A mí me ha ayudado a no asumir la religión, a ahondar en mi fe. Cuando creces en una familia católica corres el riesgo de acabar tomando las cosas como una rutina, cuando son cuestiones muy importantes”.

“Por ejemplo, la pregunta ‘¿Qué buscáis?’ (Jn 1,38) de Jesús nos invita a que nos planteemos nosotros en estos momentos: ¿qué busco en la vida?, ¿qué espero?”, comenta Josu. “Nos ayuda a saber movernos como universitarios y como cristianos, dado que la gran mayoría de nuestros compañeros son gente buena, buenas personas, pero no son cristianos. Estos criterios que nacen del evangelio nos ayudan a intentar vivir así”.

“Para mí este es un lugar donde tienes la oportunidad de hacer algo que no vas a poder hacer en ningún otro sitio, con la familia o los amigos”, aporta Leire. “Aquí estoy pudiendo llevar a cabo eso que deseaba hacer, enriquecerme con opiniones de personas que se inquietan por lo mismo, o a veces por cosas distintas”.

 

dos estudiantes universitarios hablando

 

Javier coincide con su compañera: “Estar en un grupo no solo te permite conocer más gente y hacer amistades, también puedes compartir tus inquietudes, los pájaros que tienes en la cabeza. Te permite estructurar tus pensamientos, decir lo que piensas y ver que la gente te entiende, que aportan experiencias que te enriquecen a ti, y te ayudan a sentirte entendido. Además, durante al menos una hora a la semana te obliga a hacer oración y a reflexionar”.

“Es importante parar, pensar y escribir para plantear cosas y aclarar dudas. Pensar, reflexionar y compartir desde la libertad”, insiste Josu. “También hay otra dimensión de conocer. Por ejemplo, hemos hecho un acercamiento al evangelio de Mateo para ver qué hay detrás, aprender sobre él en un ámbito más formativo. Pero siempre tenemos ese lado más vital o experiencial. De vez en cuando traemos a personas que vienen a compartir su vida. Es importante que los jóvenes tengan contacto con gente que busca, que vive la fe y provoca en ellos admiración y contraste. Esto nos da pistas para vivir a nuestros veintitantos años.”

 

el capellán hablando a unos estudiantes

 

Un ejemplo de este encuentro con otras personas fue la convivencia que celebraron en la hospedería de las Hermanas Clarisas de Salvatierra, el pasado 26 de noviembre.

Javier explica que la convivencia duró un día entero y pudieron ir varias personas del grupo: “Tuvimos dos ratos para reflexionar, para la oración y luego hicimos la comida: hora de mancharnos, recoger, convivir… También probamos las pastas que hacían las clarisas, ¡riquísimas! Al final tuvimos una eucaristía”.

Leire también fue y disfrutó de la jornada: “Las clarisas están felices y ver eso es muy guay. Viven aparte, según la llamada que han recibido, y estando con ellas aprendes sobre esta forma de vida”.

“Igual piensas en una monja de vida contemplativa o de clausura y lo primero que te viene a la cabeza es la imagen de un ermitaño”, confiesa Javier. “Pero es increíble la alegría y la energía que desprenden, ese sentido de comunidad”

En el grupo de fe también intentan vivir en ese ambiente de comunidad, de compartir entre ellos. Y eso ayuda a los estudiantes en la etapa importante que están viviendo.

“Cuando uno aterriza en el colegio mayor, en una ciudad, en una universidad nueva, surgen muchas prioridades: el estudio, conocer gente…pero también se han de tener ganas de seguir buscando, de seguir creciendo”, indica Josu. “Lo que me preocupa ya no es la dimensión trascendental o espiritual, sino el simple hecho de que la gente deje de hacerse preguntas. Somos de clichés, así que no sé qué pensarán de este grupo. Pero sé que te puede ayudar a conocerte, a integrarte bien en el año que estás viviendo. Es un grupo cuya vocación es estar abierto a más gente, no solo a colegiales: también a antiguos colegiales y a gente de fuera del colegio mayor. El año que viene hay posibilidad de que vengan más chicas que traigan esa inquietud”.

Javier lo tiene claro: “A cualquier persona que tenga algo de inquietud, que esté en búsqueda de algo, le invitaría a venir. Este es el lugar”.

 

un estudiante sonriendo

 

tres estudiantes del club de juego de rol de dragones y mazmorras

“Pensaba que el rol era de frikis” – Entrevista a tres integrantes del club de rol

Los domingos por la noche, al menos media docena de colegiales se reúne para adentrarse en caminos insospechados y aventuras insólitas. Juegan a la última edición de Dragones y Mazmorras, el mítico juego de los años 80 que sigue enganchando a miles de personas hoy en día. Magos, monstruos, amistades, misterios, metarolAdrián Torres (3º de Bioquímica con Negocios y Bioinformática), Enrique Cáceres (3º de Química y Bioquímica) y Jesús del Moral (2º de Medicina), tres participantes y fundadores del club de rol, nos introducen en este fantástico mundo.

 

cartas y material de juego de Dragones y Mazmorras

 

En primer lugar, ¿de qué trata el rol?

 

Enrique (E). Consiste en la utilización de un sistema para organizar el juego; luego viene la historia, dónde se ambienta y con qué personajes. Dragones y Mazmorras ha evolucionado a lo largo del tiempo, ahora está en la quinta edición, y permite que las aventuras sean serias, divertidas, que se desarrollen en el espacio exterior… quien dirige el juego elige. Hay otros juegos como Star Wars que tienen sistemas más sencillos o realistas. Por ejemplo, Pendragón es artúrico, de la mesa redonda. También está Warhammer, Ratas en las paredes (que es de miedo) y muchos más.

Adrián (A). Nosotros hemos escogido Dragones y Mazmorras porque es más fácil de aprender, y tenemos a gente de 1º y de 2º curso. Hay muchos manuales. Personalmente, no me he leído ninguno, pero he jugado mucho. En rol, el sistema tiene unas normas predefinidas, pero la última palabra la tiene el máster, que es la persona que prepara la historia y dirige el trascurso de la partida acorde al mundo que ha creado y a los personajes. La gracia está en la aleatoriedad y variabilidad. En general, en el rol se utilizan los dados y se sabe cómo empieza la partida, pero no cómo va a terminar.

Jesús (J). Ni siquiera los que dirigimos sabemos qué va a pasar. El máster puede decidir montar la historia en base a una ya escrita en el manual o inventarla. A mí me gusta la segunda opción, crear mis propios mundos.

 

ilustración fantástica de dragones y mazmorras y fichas del juego

 

¿Cómo es un mundo de Dragones y Mazmorras? ¿Podéis poner algún ejemplo?

 

A. Dragones y Mazmorras es un juego de fantasía, pero se adapta muy bien a toda historia que alguien quiera crear. Puedes ser un mago y lanzar hechizos, o un guerrero y defender princesas y reinos. O también puedes crear una temática Steampunk con un futuro distópico, que el mundo sea medieval, o que la historia se desarrolle en el mundo real, todo se puede adaptar fácilmente.

E. Para jugar, lo único que se necesita es un manual y unos dados. Y ni siquiera. El manual del jugador lo puedes encontrar en Internet, y los dados se pueden tirar con una aplicación del móvil. Luego hay muchos libros extra: guía para los narradores, guía para crear monstruos, aventuras oficiales ya escritas, libros que describen mundos o continentes ya creados y cómo funciona la magia, las ciudades o los personajes en ellos…

J. El mundo donde se va a desarrollar la historia lo elige el máster, pero el personaje lo crea cada jugador. Esto es para que se sienta identificado, dueño de él. Para crear un personaje primero se elige la raza, luego el trasfondo (de dónde viene) y después la clase: paladín, bardo, clérigo o mago; y las subclases.

 

Con lo cual, existen muchas posibilidades y diferencias entre los personajes.

 

E. Los personajes en las ediciones antiguas tenían los roles establecidos según la clase (ej. mago, paladín). En la más nueva, la historia es aparte y los personajes se definen por los conjuntos de habilidades y no por su clase.

A. Sí, cada elección de atributos te da una serie de capacidades. Además, mediante la actuación, cada uno puede darle un toque personal. Esa es la gracia y la riqueza del rol, que no hay nada definido. Por ejemplo, puedes ser un gran inquisidor que trabaja para un imperio corrupto y puedes ser un pícaro o un paladín o un guerrero; puedes elegir ser malo o jugarlo como una persona que no tiene más remedio que hacer su trabajo.

 

En el Colegio Mayor hay precedentes la organización de partidas de rol, pero ¿cómo surgió la iniciativa de fundar un club?

 

E. Venía de jugar en Canarias y cuando llegué aquí, hace dos años, vi que no tenía forma. Organicé alguna partida, pero vinieron pocas personas. El año pasado Adrián y yo dijimos: “Vamos a hacer un club, a ver si funciona y enganchamos a la gente”. Dimos con todo el grupo de 1º de Medicina. Hasta diciembre lo dirigí yo y el segundo cuatrimestre lo dirigió Adrián. Ese año se incorporó Jesús y estuvo aprendiendo. Y este curso hay dos grupos de rol oficiales, uno dirigido por él y otro por mí. En mi grupo empezamos 7 y ahora hay 4-5 jugadores. Hay que tener en cuenta que lo recomendable suele ser entre 4-6 personas más el máster.

 

estudiantes sentados en una mesa con tablero y juego de rol Dragones y Mazmorras

 

¿Y actualmente cómo os organizáis?

 

J. Yo tengo a 9 jugadores, entre ellos a Adrián y Enrique, así que somos bastantes. Todos están jugando en el mismo mundo, pero unos han cogido el camino del mal y el otro el del bien. No estoy siguiendo ningún manual, es mi mundo y me he inventado todo, los monstruos también. Creo que está bien innovar lo que ya hay en el juego, porque los veteranos han visto mucho. Los monstruos los crea y maneja el narrador, pero no en todas las campañas tiene que haber monstruos o peleas.

A. Enrique y Jesús se alternan para jugar una semana uno y otra otro, y cuando ninguno de los dos puede organizar una partida, monto yo un one shot, que es una aventura que empieza y acaba ese día. El otro día, por ejemplo, robamos un banco. Yo, en general, soy más de misterio que de monstruos. El año pasado hice que los jugadores tuvieran que resolver un asesinato en un barco volador. El final planeado era que salvaran a la población el barco, pero al final los jugadores se acabaron transformando en los malos.

E. Yo juego muy al manual, con las situaciones que podrían pasar y soy bastante fan de todo el material: las aventuras oficiales, las normas básicas, etc. En mi grupo estamos jugando una aventura ya escrita que tiene dos libros, el primero es “El tesoro de la Reina Dragón”. Una secta invoca a una diosa-dragón malvada y los jugadores deben descubrir el culto y ver cómo pueden pararlo; tienen que reunir a aliados e ir a la batalla contra este grupo malvado y un séquito de dragones.

 

¿Qué habilidades o valores se ponen en práctica durante el juego?

 

J. Lo primero, la creatividad. Tienes que tener ideas para resolver retos, para saber cómo actuar ante ciertas situaciones y tomar decisiones complicadas. Además, existe algo que es el metarol, que es cuando como jugador sabes algo que el personaje no debería saber y tienes que actuar como si no lo supieras. Por ejemplo, si sabes que detrás de una puerta hay una trampa, pero tu personaje no lo podría saber, tienes que abrirla, que es lo que haría él. Hay que interpretar el papel. Además, también está el trabajo en equipo. Un buen máster plantea desafíos, puzles, retos, que requieran la participación de todos.

E. Hay algunas normas no escritas en el rol, y una de ellas es que todos somos compañeros. Si una persona quiere ser personaje protagonista y anda todo el rato interrumpiendo a los otros y siendo el centro de atención… Esa actitud no es bienvenida. Tampoco la gente que va al manual y discute cualquier cosa que sea saltarse un poco las normas. O que se va por su cuenta. O la justificación de actos grotescos. Hay límites. Tu libertad termina donde empieza la de los demás. Al final es importante que se divierta todo el mundo, incluido el narrador. Es una forma de evasión de los exámenes y del estrés para mucha gente. Estamos aquí para divertirnos, no para acabar una aventura. Es ver hasta dónde llegamos y ayudar a otros a iniciarse en el juego.

A. El rol tiene que ser un sitio seguro donde nos lo pasemos todos bien. Es importante que todo el mundo esté cómodo. Si alguien no sabe se le enseña a jugar, sobre todo el máster es quien le guía para interpretar su personaje y entrar a actuar. Y el grupo también ayuda. La comunidad de juego de Larraona es un poco caótica, pero muy buena. La gente es muy natural y acoge muy bien. Después de las partidas solemos preguntar a cada uno qué le ha parecido, si le ha gustado, qué le gustaría para próximas ocasiones, etc. También te ayuda a ejercitar muchas habilidades como el manejo de recursos y la paciencia. Tienes unas cosas y se van a gastar. En general, muchas habilidades (por ejemplo, lanzar un hechizo) se recargan después de que el personaje haya dormido en la partida.

 

dos estudiantes jugando a un juego de rol

 

Las partidas suelen durar entre 2h y 4h, siendo 4h lo más habitual. Un buen tiempo de convivencia. ¿Qué destacaríais al respecto?

 

A. Sin duda nos ayuda a conocer a personas nuevas. La pausa para cenar juntos, las charlas y risas, cuando hacemos palomitas, las valoraciones finales… Son muchos momentos, y detrás del personaje siempre se ve a la persona. Cada personaje lleva inevitablemente algo de ese jugador. Y que sea presencial ayuda muchísimo. Yo juego otras partidas online y tengo muchas más ganas cada vez que juego una presencial. La interacción, los gestos… es mucho más real. Además, en nuestro caso es muy cómodo participar, solo tienes que bajar las escaleras. Invito a los demás a que lo prueben, yo creo que el rol es para todo el mundo, si vienes con la disposición adecuada.

J. Yo el año pasado decía: “No me voy a apuntar a esto”. Pensaba que era algo de frikis, de gente que iba disfrazada. Pero no es una frikada, la aventura puede tomar la forma que tú quieras. Un amigo mío era de la misma opinión, se apuntó al club solo por ganar puntos colegiales y ahora pide incluso que organicemos más sesiones, tenía una idea errónea del rol.

 

colegiales de larraona

La experiencia compartida entre generaciones

La experiencia colegial de Larraona lleva más de cinco décadas perviviendo entre las generaciones de estudiantes a las que vamos acompañando. El 22 de octubre de 2022, en la celebración de nuestro cincuentenario, pudimos comprobarlo gracias a los testimonios que dieron cinco colegiales en la mesa redonda que organizamos. A pesar de las diferencias de edad, relatan vivencias que tienen en común nuestros valores y nuestra identidad.

 

cinco hombres de diferentes edades en una mesa redonda para dar su experiencia

 

“Disfrutábamos de un privilegio enorme”

La mesa redonda comenzó con el más veterano de los antiguos colegiales, “Nano”, el primer decano que tuvo Larraona. Fernando Martínez López estrenó el Colegio Mayor en su inauguración, ya que es uno de los estudiantes de la promoción de 1970. Jubilado, pero muy activo, es de Logroño y estudió Farmacia en la Universidad de Navarra. Además de experiencia en la vida, acumula toda una serie de recuerdos y vivencias del Colegio Mayor, incluso antes de que estuviera abierto:

“Vi la primera maqueta del edificio hacia el año 1966-67, antes de empezar la carrera, en la iglesia de San Fermín de Aldapa. La vi y pensé: ‘Algún día estudiaré ahí’. Ahora cuando he entrado por la puerta se han agolpado un montón de recuerdos de mi primer día”.

Fernando venía de hacer el servicio militar. Estudió 1º de carrera en Zaragoza y a partir del segundo año continuó en Pamplona. Recalca el enorme impacto que tuvo para estos alumnos entrar en el Colegio Mayor, entonces Residencia Universitaria Larraona.

 

hombre con un micrófono dando su experiencia

 

“Entre todos sabíamos que disfrutábamos de un privilegio enorme. En Larraona encontramos los medios con los que soñábamos para vivir nuestra vida. Fundamentalmente, compañeros y libertad, algo difícil en aquellos tiempos. Esa capacidad de autoorganización como no habíamos tenido nunca. Y recursos como la biblioteca que aquí encontré, yo nunca había tenido una”.

El veterano cuenta que fue una época difícil, en la que Franco vivía. Recuerda que en Carlos III los chicos caminaban por una acera y las chicas por otra. En esta etapa compleja y en sus años de juventud, señala que la labor del primer director, José Luis Ortiz de Guinea marcó a esta generación: “José Luis nos obligó a ser nosotros mismos”.

 

hombre señala una foto antigua en la que aparece

 

Así lo explica en un comentario que publicó en las redes sociales antes de la celebración del cincuentenario:

“Fuimos toda una generación que nos hicimos juntos (…) Descubrimos la necesidad de la libertad para vivir, y la responsabilidad para compartir la vida. Aprendimos de la experiencia ajena, y sobre todo de la propia, en forma de errores. Descubrimos y forzamos nuestra adaptabilidad a cualquier situación y circunstancia por distinta que fuese. Nos esforzamos en encontrar los problemas del entorno, a veces en sus más nimios detalles, y recorrimos el aprendizaje para resolverlos y desarrollar la capacidad para hacerlo. Empezamos por conocernos a nosotros mismos con honestidad y en profundidad y, entre todos, nos cambiamos lo suficiente para ser hombres sociales con una visión igualitaria proyectada de cada uno al compañero. Dimos los primeros pasos de lo que hoy se llama inteligencia emocional y empatía porque, de alguna forma, en contra de los autoritarismos que impregnaban el país, necesitábamos complicidad para vivir. (…) Al final, de aquel origen, creo que lo más inteligente que hicimos fue descubrir que no lo éramos más que el resto, y arrancar otra sociedad con la misma gente que en silencio esperaba, aquella generación que cambió el país cuando pudo hablar. La lealtad, la generosidad, la honestidad y la solidaridad nos nacieron de forma tan natural como asumimos la responsabilidad que la sociedad nos pidió.

Fue un lujo para toda la comunidad educativa el poder contar con testimonios como el suyo, y también para él, volver al sitio que supuso un antes y un después en el camino de su vida. “Tenía muchas ganas de volver. Es una enorme satisfacción”.

 

hombre dando su experiencia

 

“Aprender a convivir fue el germen de lo que luego llamamos democracia”

Fernando coincidió en el tiempo con el también logroñés Ignacio Granado Hijelmo, que entró un año más tarde que él, en 1971. Estudió y se doctoró en Derecho y Derecho Canónico y aunque está jubilado, también permanece muy activo. Ha ocupado distintos cargos jurídicos en su comunidad autónoma, entre ellos, presidente del Consejo Consultivo de la Rioja.

“Las experiencias son siempre personales”, empezó aclarando. “Yo entré en 1º y por aquel entonces estaba muy influido por el existencialismo, había sido el mayo francés y entre mis lecturas estaba Sartre y otros autores, era lo que se llevaba. Recuerdo que estaba problematizado mentalmente, haciéndome las preguntas de quién soy, de dónde vengo y a dónde voy. Entonces, cuando llegué aquí, José Luis me abrazó y me dio la bienvenida. Qué naturalidad, pensé. Aquí hay sencillez. Empezaron a desvanecerse esas cuestiones problemáticas con cosas tan naturales como el sentido de la amistad. Necesitaba paz interior y aquí la encontré, dentro del follón que había. Era un ambiente natural”, insiste.

 

director y estudiantes de las primeras promociones del colegio mayor

 

También comenta que empezó a acudir diariamente a la eucaristía: “José Luis no imponía nada, pero proponía, fundamental para el verdadero cristianismo. Iba casi todos los días porque no era obligatorio, era como muy natural”.

Recuerda un ciclo de teología que lo impresionó y, en general, la diversidad de puntos de vista. “Es apasionante ver que hay diferentes formas de ver el mismo fenómeno. Aprender a convivir fue el germen de lo que luego llamamos democracia. Es ese ambiente de libertad, lo de la responsabilidad era algo que solo decía José Luis”, comenta entre risas.

Ignacio era aplicado en los estudios, y se acuerda también de los ratos en la biblioteca, de cuando compartían apuntes y se ayudaban unos a otros. “La relación intergeneracional entre alumnos de distintos cursos era muy rica”. Estos lazos se formaban a través del encuentro informal, pero también en actividades organizadas.

El claretiano Oroz les mandó apuntarse a alguna iniciativa y él eligió el club de música. Descubrió grandes autores y discos que aún conservamos y que los chicos disfrutaban a todo volumen, ya que la sala está insonorizada. “El tocadiscos era magnífico”.

 

periodista sonriendo en el salón de actos del colegio mayor

 

“Voy con orgullo diciendo que pertenezco a Larraona”

Aunque el periodista aragonés Carlos Larroy era el encargado de moderar el debate, aprovechó para compartir brevemente su experiencia, por petición del público. Entró en 2009 y durante su estancia con nosotros, hasta 2012, se encargó de rescatar aquel magnífico tocadiscos del que hablaba Fernando.

“Hubo una época en la que los vinilos estaban desapareciendo. Ahora han vuelto por el rollo vintage, pero entonces esa sala de la mediateca estaba abandonada. Con mi grupo de amigos, nos encargamos de restaurarla”.

 

colegiales y dirección del colegio mayor larraona

 

Aparte de la música, Carlos no olvida la iniciación profesional que el Colegio Mayor supuso para él: “Montamos charlas con políticos. Han pasado diez años, pero ¡cómo pasa el tiempo! Entonces no existían Podemos, invitamos a Rosa Díez cuando estaba UPyD… Me acuerdo de estar en este mismo lugar con diecinueve años, muerto de miedo, con mi compañero Pablo Vega. Mismas luces, mismas cortinas, no han cambiado. Después de cada encuentro subía a mi habitación y escribía corriendo el artículo para mandarlo al día siguiente a Diario de Noticias. Esto era lo máximo”.

Sin duda, la experiencia colegial ha quedado grabada en él: “Aparecí aquí y mi vida cambió completamente. Me acuerdo entrar y decir: ‘¿Qué es esto? ¡Qué maravilla!’. Encontré una pluralidad y un compañerismo brutal. Voy con orgullo diciendo que pertenezco a Larraona.

 

hombre contento explicando su experiencia en el salón de actos del colegio mayor larraona

 

“Vine aquí y lo que vi fue libertad”

Al contrario que Carlos, Jorge García-Marina del Olmo, dice que no empezó con tan buen pie en nuestro Colegio Mayor. “Yo quería ser entrenador de baloncesto y cuando entré, en 1991, en mi primer encuentro con el director Patxi Muguerza me dijo claramente: ‘No, tú has venido aquí a estudiar’.

Se licenció en Ciencias de la Información y esto no le impidió disfrutar de la experiencia colegial. Tanto es así, que incluso revela que ahora cada cierto tiempo, su sueño recurrente es que vive aquí, en Larraona, con su mujer y sus hijos.

“He estado en muchas ciudades y países, pero los cinco años que permanecí aquí han marcado mi vida. Entonces yo no había salido de casa, y aquí conocí a una España diversa, plural.”

Natural de Valladolid, confiesa que su “gran descubrimiento” fueron los gallegos, “una gente extraordinaria”.

 

dos hombres se saludan alegres

 

Lo hemos pasado muy bien y hemos aprendido mucho. Recuerdo con mucho cariño a Javi, que nos enseñó muchísimo. Cuando volvíamos por la noche nos quedábamos hablando con él hasta las tantas. También me acuerdo de las charlas del Dr. Madoz, las pelis, los encuentros con políticos…”

Fueron muchas vivencias buenas, no exentas de momentos complicados. Mencionó que vivieron el secuestro del padre de un colegial. “Eran los años 90 y fueron convulsos en Pamplona”.

A modo de resumen, Jorge destaca la libertad que encontró y el aprendizaje que supuso para él:

“Me parece muy interesante el concepto de libertad. Vine aquí y lo que vi fue libertad. En cuanto a la responsabilidad, veía a los de 6º de Medicina y me parecían mis padres, unos señores responsables que estaban esperando en la puerta antes de que empezara el turno de la comida. Eso me impresionaba”

Maravillado” y “encantado”, por estar aquí, al final de su exposición le recuerdan que sí llegó a ser entrenador de baloncesto aquí, y que ganaron a los colegiales de Belagua en una final.

 

estudiante de medicina dando su experiencia

 

“Aprender de la gente nueva enriquece”

Javier Calvo Serrano es el actual decano de colegiales. Sevillano, estudia 6º de Medicina y lleva aquí desde 2017.

“Yo también cuando estaba en 4º curso había un grupo de colegiales de último año a los que llamábamos los padres de la Medicina. Espero que a quien me vea el día de hoy yo no le imponga tanto”, ríe.

Está agradecido por estos años, aunque reconoce que también se han vivido momentos complicados por la pandemia.

“Ha sido una época difícil. El Colegio Mayor es plural, y había quien quería salir de fiesta o estudiar y con las restricciones y el toque de queda estábamos más limitados. Ha tenido sus más y sus menos, pero al final nos hemos esforzado por mantener el espíritu de compañerismo y amistad, y hemos aprendido a no tirarnos los trastos a la cabeza”.

 

estudiante proclamando una lectura en la misa

 

De esta etapa, destaca todo lo que se lleva a nivel personal:

Enriquece tanto el hecho de estar con gente tan diferente… Te levantas por la mañana con otros doscientos chicos y puedes hablar con cualquiera. Mis padres habían estado en un colegio mayor y por eso yo vine lanzado. Siempre me habían dicho que esos años fueron los mejores de sus vidas y yo puedo decir lo mismo. Incluso los compañeros que se han ido ya, cuando voy a verles me dicen: ‘Qué tiempos en Larra’.”

 

público riéndose

Estudiantes confinados en colegio mayor

El confinamiento en el Colegio: una vivencia especial

Distintos motivos han llevado a 10 colegiales a vivir el confinamiento entre las paredes de nuestro Colegio. Han sido semanas de estrecha convivencia, de estudio, pero también de disfrute y de redescubrimiento. Aunque algunos se han ido marchando a lo largo de los días, la mayoría de este grupo se ha quedado hasta el final del curso académico. Colegiales que ya suman más de dos meses de compañía mutua y de nuevas amistades, como la de Adolfo y Fernando, quienes se conocieron a raíz de este aislamiento.

A pesar de haber tenido la oportunidad de volver a Bolivia, su país natal, Adolfo Moreno no ha querido dejar el lugar que considera su casa en Pamplona. “Hubo un vuelo de repatriaciones el 5 de mayo, pero mi compatriota Freddy y yo decidimos no cogerlo”, comenta. Al principio, su decisión estuvo guiada por la voluntad de proteger a su padre, persona de riesgo, y la preocupación por realizar un vuelo de más de 12 horas, en el que se podía contagiar y “llevar el virus a un país que no tiene las condiciones para atender a los pacientes”. Además, este último mes ha tenido exámenes finales de su segundo año de Comunicación Audiovisual, por lo que no ha creído conveniente coger el vuelo. “En Larraona estoy muy a gusto y centrado en mis prioridades. Creo que acertamos al quedarnos”.

El madrileño Fernando Thomas de Carranza se quedó por varias razones. La primera porque también tiene un familiar que es persona de riesgo, y la segunda, porque él mismo empezó a tener algunos síntomas. También quiso quedarse porque necesitaba sacarse el carnet de conducir y sabía que en Madrid no iba a poder; y, por último, “porque aquí estoy como un rey”. Si quisiese podría haber vuelto ya a su ciudad de origen, pero ha preferido permanecer en Pamplona, al menos hasta acabar los exámenes de primer año de la carrera Filosofía y Letras.

 

 

“Estamos muy bien”, coincide Adolfo. Tienen una terraza “inmensa”, un gimnasio, una mesa de ping pong que les distrae… Hace poco pudieron salir unos cuantos al conocido bar “Cañas” a tomarse una cerveza. “Todo esto ha hecho que la cuarentena sea mucho más leve. Los días pasan muy rápido aquí”, continúa. Cumplir con las medidas de higiene pertinentes (lavado de manos, gel desinfectante en la entrada, etc.) no les ha impedido disfrutar de la compañía que se brindan unos a otros e incluso de una buena comida. Nacho, el jefe de cocina, les ha estado preparando platos típicos de sus países para que se sientan aún más en el hogar: comida peruana, venezolana… “Me siento un privilegiado”, confiesa.

“Al principio fue un poco raro, nadie sabía qué iba a pasar, pero después de la primera semana todo ha ido sobre ruedas, tenemos una dinámica bastante establecida”, comenta Fernando. “En el Colegio Mayor están preparando el curso que viene con protocolos que les han enviado desde la Universidad”. Los colegiales han sido trasladados al primer piso para ir cerrando el resto de plantas con habitaciones, “ahora estamos más juntos”, dice Adolfo.

Lejos de estar restringidas, ha sido un tiempo de aprovechar al máximo las instalaciones. “Antes de la pandemia nunca bajaba a la sala de música. Por mi carrera, también voy a la mediateca a ver películas, ya sea como tarea o por gusto”, explica Adolfo. Eso sí, su rincón favorito sigue siendo su cuarto, con sus fotos, su cámara, su trípode, su lámpara… “Larraona es mi única casa en España, vivo aquí prácticamente 8 meses del año”.

Por su parte, Fernando ha aprovechado para leer y escribir. “Al final te obligas a hacer cosas”. La terraza se ha convertido en su lugar preferido: un espacio al aire libre. Ahí es donde realiza su lectura, toma un café, se despeja… También es ahí, confiesa Adolfo, donde se han reunido alguna vez para organizar una pequeña fiesta entre ellos.

 

 

Porque no solo han redescubierto las partes del Colegio, sino también a las personas que habitan en él. “El personal ha estado muy atento siempre, están todo el rato preguntando cómo estamos. Y no solo eso, también siento que están charlando y abriéndose a nosotros”, afirma Adolfo. “El compromiso de Larraona es espectacular. Están súper preocupados y súper atentos”, dice Fernando. Hubo una semana en la que parecía que él tenía el virus y estuvo aislado en su cuarto. Todos los días subdirección le subía la comida le subía la comida y le preguntaba si estaba bien. “Estamos como reyes”, repite Fernando.

En cuanto a los colegiales, ambos afirman que tras esta experiencia se conocen más. “Gracias al confinamiento he conocido a Fernando y a Matías (estudiante de Perú). Antes nos conocíamos de vista, nos saludábamos, pero no nos preguntábamos qué tal está la familia o cómo te fue el examen”, dice Adolfo. “Yo solamente conocía bien a uno de los que se han quedado, pero he acabado conociendo a todo el mundo y me llevo muy bien con todos ellos. Hemos hecho piña entre nosotros”, conviene Fernando.

 

 

En resumen, esta experiencia ha permitido a un pequeño grupo de colegiales convivir de una manera más intensa, siempre dentro de esa vida en el Colegio que tanto aprecian. Fernando concluye: “A mí me ha ido super bien este año. Te dan la libertad que necesitas con 18 años, y ya sé que es lo que dice el slogan, pero es verdad: libertad de manera responsable. Libertad dentro de un orden. Eso me ha permitido centrarme en mis estudios, hacer todo a mi manera… Pero también hacer piña, entrar de verdad en el espíritu universitario. Si hubiera ido a piso habría conocido a 3 o 4 personas y no a los 200 chavales que están en la residencia”.