colegial encargado de voluntariado

Voluntariado en la Misericordia: la experiencia de Juan Moragues

Las labores de voluntariado que realizamos las hacemos a través de la ONG claretiana Proclade Yanapay, pero también contamos con iniciativas de nuestros colegiales. A principios de curso, participamos con algunos estudiantes en la Carrera Contra el Cáncer de Mama de la Asociación Saray, y en navidades, organizaron una recogida de alimentos a favor de las Hermanitas de los Pobres de Pamplona. Ahora, la actividad principal de este curso es el acompañamiento a residentes de la Casa de la Misericordia en Pamplona. Lo descubrimos a través de Juan Mihail Moragues, el encargado de la comisión de voluntariado dentro del consejo colegial.

voluntarios de la carrera contra el cáncer

 

Aprovechando la vida universitaria

 Juan es el menor de cuatro hermanos y viene de Jávea, un pueblo en Alicante. Actualmente está en 2º del grado de Economía con especialización en International Economics and Finance de la Universidad de Navarra. Es el delegado de su carrera y alumno colaborador de la universidad y forma parte, además, de la dirección del club Economics and Society.

Dice que está muy contento con los estudios y con su vida aquí, en todos los niveles. “Pensaba que Pamplona iba a ser una ciudad más aburrida, pero pese a ser tranquila, hay muy buen ambiente y buena fiesta”. Aún así, hay algo que no tiene y es la costa de Alicante. “Hay fines de semana que voy a Sanse solo para ver el mar. Lo echo bastante de menos”.

El colegial vino a Navarra el año pasado sin conocer a nadie. “Había gente del Colegio Mayor que ya se conocía entre sí, pero la verdad es que, a pesar de ir solo, me sentí muy acogido. En menos de una semana hice un buen grupo de amigos; uno de ellos viene conmigo al voluntariado”, comenta.

Asegura que el Colegio Mayor Larraona es “una de las mejores experiencias” que ha tenido en la vida: “Siempre lo recomiendo. Estar en el Colegio Mayor me aporta algo diferente, unas amistades que sé que voy a mantener siempre. Además, académicamente, mis amigos me apoyan mucho. Como varios estudiamos la misma carrera, si tengo un examen sé que el día de antes vamos a estar en la sala de estudios ayudándonos en cualquier cosa”.

 

vista aérea de la ciudadela de Pamplona

 

La experiencia del voluntariado

Todos los viernes a las 17:00h, Juan y un pequeño grupo de colegiales dedica una o dos horas a estar con los residentes de la Casa de la Misericordia. “Vamos a pasear con los abuelos. Les ayudamos con la silla de ruedas, les damos conversación… El objetivo es que les dé un poco el aire”, cuenta Juan.

Normalmente están entre 5 y 10 personas, aunque han llegado a estar casi 20. Aunque lo ideal es que el colegial que se apunte mantenga un cierto compromiso, toda colaboración es bienvenida.

“Nos recibe la encargada y nos asigna a los residentes. Hay algunos a los que hay que prestar más cuidado porque tienen demencia o se ponen nerviosos. Debemos tener paciencia y cuidado. A lo largo del trimestre hemos ido cogiendo experiencia y sabemos afrontar distintas situaciones”, describe.

Dependiendo del día, pasean por dentro del recinto o por fuera, en la ciudadela. Los días que llueve se dedican a jugar al parchís, a juegos de mesa o hacer otras actividades; “lo que surja”, como señala el estudiante. El fin no es tener una ocupación en concreto, sino pasar tiempo con cada residente: centrarse en las personas.

“De semana a semana muchos se olvidan de nosotros y tenemos que volver a recordarles quiénes somos. Nos volvemos a presentar y hablamos de lo mismo, pero sabemos que a ellos les hace felices, que pasan un rato diferente. Para eso estamos”, apunta.

“Al final, incluso los que no se acuerdan, durante esa hora o dos te cogen cariño. Se nota en sus ojos, en la mirada, esa ternura por que alguien haya ido a visitarles. La alegría que ponen es maravillosa”.

Juan confiesa que quería hacer este tipo de voluntariado desde hace bastante tiempo. El colegial tiene la doble nacionalidad española-moldava, ya que su madre es de allá. “Mis abuelos viven en Moldavia. Antes los veía una vez al año, pero hace cuatro años que no nos vemos por la guerra de Ucrania”, comenta. “Ya que no puedo estar con mis abuelos, quiero apoyar a otros, especialmente a aquellos que están sin sus familias”.

En la residencia acompañan sobre todo a los ancianos que se encuentran solos o no reciben visitas. Al igual que ellos se alegran por la compañía de los jóvenes, nuestros estudiantes agradecen la experiencia y el testimonio que les brindan las personas mayores. “Nos cuentan sus historias de hace 60 años y podemos ver perfectamente cómo ha cambiado la sociedad. Pero también nos hablan del día a día. A mí me han dado consejos que he podido aplicar en mi vida cotidiana”, reconoce.

“Es como un intercambio. Nosotros a ellos les aportamos compañía y salir de su zona de confort, que tengan otra cosa que hacer. También les gusta estar con gente joven; nos preguntan qué hacemos, si tenemos redes sociales… Una tarde estuve enseñándole a un anciano Instagram y hablamos de cómo puedes conectarte con alguien que está en la otra parte del mundo”.

Juan lo tiene claro: recomienda a todos los colegiales que participen de esta experiencia. “Además de hacer una labor social, te fortaleces a ti mismo como persona. Aprendes mucho de ir a hablar con ellos, escuchar sus experiencias, oír lo mucho que han sufrido… Cuando sales de ahí te vas reconfortado”.

 

dos ancianos pasean de la mano

 

¿Te gustaría participar? Contacta con Juan Moragues o con el equipo directivo para ser voluntario/a.