Josu Jiménez Etxabe

34 años “acompañando personas” – Entrevista a Josu Jiménez Etxabe

Hablamos con Josu Jiménez Etxabe, capellán del Colegio Mayor, sobre los Misioneros Claretianos, la vocación, el acompañamiento espiritual, la responsabilidad individual y más.

 

Triple aniversario

El sábado 24 de octubre se celebró el 150º aniversario de la muerte de San Antonio María Claret, fundador de los Misioneros Claretianos. ¿Cómo se ha festejado en el Colegio Mayor?

A lo largo de toda la semana pasada proyectamos vídeos sobre la vida del Padre Claret y sobre testimonios de algunos claretianos. Normalmente celebrábamos una fiesta el mismo día del Santo, el 24 de octubre, pero como este año cayó en sábado y hubo colegiales que se marcharon a casa, decidimos hacerlo el lunes 26. A las 20:00 tuvimos una eucaristía y después, una cena especial con los colegiales.

También celebramos este curso los 50 años del Colegio de Enseñanza y Colegio Mayor Larraona, y no es el único aniversario. Este mes se cumplen 34 años de tu ordenación sacerdotal. ¡Enhorabuena!

 Muchas gracias.

¿Por qué claretiano? ¿Cómo surgió tu vocación?

De pequeño estudié en el Colegio Corazón de María, en Bilbao y a los 14 años me pasé al Colegio Claret Askartza, cuando abrieron en Leioa, así que mi vida siempre ha estado ligada a los claretianos.

A la edad de 4º de la ESO sentía cierta inquietud. Andaba en un proceso de búsqueda y empecé a fijarme y a mirar a los claretianos de otra manera, no sólo como mis profesores, sino como una posible opción de vida. Me llamaban la atención su talante misionero, su cercanía… Comencé a acercarme más a ellos y a conocer a otros compañeros que sentían esa misma inquietud. En 1º de Bachiller decidí parar un año mis estudios para realizar la experiencia del noviciado, que fue intensa porque es un tiempo para discernir la llamada de Dios. Cuando acabó el año marché a la comunidad formativa del barrio San Francisco para hacer el equivalente de 2º de Bachillerato.

Realicé mis estudios de Teología en la Universidad de Deusto y llegué a Pamplona en 1985, con 25 años, siendo un pipiolo, con muchas ganas de comenzar. Recibí la ordenación sacerdotal el 19 de octubre de 1986, hace 34 años. En distintas etapas he estado en el Colegio de Enseñanza, llevando la Pastoral, y este es mi cuarto año como capellán del Colegio Mayor.

Como un dato curioso, mi hermano Aitor también es misionero claretiano y Aitor Kamiruaga, misionero claretiano, director titular del colegio de enseñanza y representante de la entidad titular del complejo educativo de Larraona, tiene otro hermano que es claretiano también. Si ya es raro que salgan vocaciones… ¡imagínate de una misma familia!

Es extraordinario, sí. Llegaste a Pamplona con muchas ganas y las sigues conservando. ¿Qué es lo que destacarías de tus 34 años de sacerdote?

Me vienen a la mente muchas vivencias, rostros… Y, sobre todo, mucho agradecimiento. El lema del 50º aniversario del Colegio Mayor y de Enseñanza es “Acompañando personas” y esto es una realidad que en mí se ha dado. Una característica que define al Colegio Mayor es que no solo ofrece servicios, como podría hacer cualquier otra institución. Es acompañar a los jóvenes y ayudarles en esta etapa tan importante de sus vidas, en una ciudad e incluso en un país nuevo.

Hemos estado haciendo caminos, escuchando, compartiendo, proponiendo la persona de Jesucristo. Ya tengo 59 años, así que cuando miro atrás también siento cierta nostalgia y melancolía, que es normal según se va cumpliendo años. Pero tengo muchas ganas de seguir trabajando.

 

Acompañando personas

En concreto, ¿cuál es tu labor en el Colegio Mayor? ¿Cómo realizas el acompañamiento a los jóvenes?

Mantengo una cercanía especial con aquellos que por sintonía o búsqueda personal están interesados en este acompañamiento. Cada domingo a las 20h30 celebramos la eucaristía y todos los martes de 20h a 21h de la tarde me reúno con el grupo de Fe y Vida cristiana.

En el grupo tenemos dos ritmos. Primero tratamos una temática que yo preparo sobre alguna cuestión del conocimiento humano, profundización en la Biblia, la persona de Jesucristo o alguna duda que tengan los jóvenes. Son formatos sencillos porque la sesión solo dura una hora. Y la semana siguiente, la dedicamos a la celebración y la oración, a vivir la fe, por ejemplo, mediante la celebración de la eucaristía. Durante el curso organizamos dos encuentros de fin de semana fuera de Pamplona. Visitamos algún centro claretiano o algún lugar significativo en el plano religioso del País Vasco o de Navarra.

Capellán del colegio mayor en una presentación

Es una labor discreta, teniendo en cuenta que el que participa no es un número grande de colegiales, pero sería un error abandonarla por esto. Ha habido algún año en el que sólo estábamos cuatro en el grupo, pero hemos seguido reuniéndonos y celebrando la eucaristía, siempre poniendo esmero en lo que hacemos.

Por otra parte, junto con el director y subdirectores, realizo el programa de acompañamiento para los colegiales de primero. Tenemos una primera entrevista con ellos que sirve como toma de contacto y dejamos la puerta abierta para aquellos que quieran seguir reuniéndose con nosotros.

En cuanto a la búsqueda y al encuentro personal con Jesucristo, hace algunos años, en un vídeo-testimonio sobre la vocación, hablabas sobre el pasaje del Evangelio de Zaqueo. Jesús mira a este hombre y él se siente mirado por Él, que quiere decir que se siente amado y es capaz de dejar su dinero y seguirle. ¿Cómo puede una persona hoy en día predisponerse a sentir la mirada de Jesús, en vez de tener la vista permanentemente fijada en el móvil o en sí misma?

Existen varios caminos que pueden facilitar esto.

En primer lugar, la experiencia del voluntariado nos ayuda sanamente a descentrarnos de nosotros mismos, a poner la mirada en los necesitados, que son desconocidos y se salen de nuestro círculo habitual de trabajo o amigos.

Además, vivimos muy volcados hacia afuera y necesitamos tener más vida interior. Es bueno poner nombre a los fracasos, a las búsquedas, a los sentimientos… Esto nos ayuda a crecer como personas y permite que puedan aflorar las preguntas sobre la trascendencia, sobre el sentido último de la vida.

Por último, hay que seguir anunciando a Jesús de Nazaret, al igual que San Antonio María Claret hizo, proponiéndolo como modelo de vida. Tenemos que ayudar a releer los textos del evangelio en clave vital, ver la conexión que tienen con nuestras vidas.

El ambiente actual es autosuficiente, algo frío y receloso en el tema religioso, pero sigue habiendo personas que buscan, aunque sean una minoría. Siempre hay que acercarse a las personas desde el respeto y saber hacer las preguntas que puedan inquietarles y que propicien acercamientos o pequeños procesos de búsqueda que les puedan ayudar a abrirse en el plano espiritual.

 

Buscando el bien del otro

Las situaciones difíciles vividas en los últimos meses pueden haber suscitado estas preguntas. ¿Qué piensas al respecto? ¿Tienes alguna reflexión que compartir?

Vivo con preocupación la actitud irresponsable de ciertas personas. Parece que no sabemos aceptar el no o el límite a nuestros deseos. Muchos universitarios lo llevan bien, con cierta generosidad incluso, pero me preocupa ver actitudes egoístas por parte de otros.  Esta realidad exige una llamada muy seria a la responsabilidad individual, a aceptar las obligaciones por el bien de los demás, aunque esto conlleve modificar un poco nuestro estilo de vida. Pero no son solo algunos jóvenes, también hay adultos que van a su aire. No estamos acostumbrados al “no” como respuesta a mis deseos y, mientras no veamos el bien del otro, vamos a tener problemas.

Capellán con mascarilla

Precisamente de mirar por el bien de los demás habla el Papa Francisco en su última encíclica, “Fratelli Tutti”. ¿Has podido leerla?

Aún no. En Larraona somos cinco misioneros claretianos y hemos quedado para trabajarla juntos, leyendo un poco cada semana. Creo que merece la pena leerlo en profundidad para ver qué claves nos propone el Papa.

 

Santo Padre Claret

¿Quién fue San Antonio María Claret?

Antonio María Claret nació en 1807 en Sallent de Llobregat, Barcelona; y murió en 1870 en la abadía de Fontfroide, Francia. ¿Cuál es el legado que dejó sus poco más de sesenta años de vida? 96 obras escritas propias, además de diversas ediciones y traducciones. Una congregación que ahora cuenta con cerca de 3.000 claretianos repartidos en 65 países. Bibliotecas, escuelas y agrupaciones apostólicas. Una marea de incontable de ayuda espiritual y material que él proporcionó a lo largo de su vida y que los misioneros claretianos han seguido haciendo durante más de 150 años. Un ferviente anuncio del evangelio que ha transformado corazones y ha llegado hasta los confines de la tierra.

Rosario y Biblia

En el seno de una familia cristiana

Antonio María Claret nació el 23 de diciembre de 1807 en Sallent de Llobregat y fue bautizado dos días después, el 25 de diciembre, en Navidad. Fue el quinto de once hermanos y desde pequeño fue educado en la fe cristiana por sus padres, Juan y Josefa, empresarios en la industria textil. De niño trabajó en el taller familiar y a los diecisiete años se trasladó a Barcelona para estudiar y seguir trabajando para labrarse un futuro en el sector textil. A pesar de que tenía por delante unas perspectivas laborales muy prometedoras, a los pocos años de estar en la ciudad lo dejó, al sentir la llamada a la vocación del sacerdocio, interpelado por las palabras: “¿De qué sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida?” (Mt 16, 26).

Vocación sacerdotal y misionera

Ingresó en el seminario de Vic con 22 años y, aún sin haber terminado los estudios, recibió la ordenación sacerdotal el 13 de junio de 1835. Fue destinado a su parroquia natal, Santa María de Sallent, y pronto fue descubriendo la llamada a la predicación misionera. De 1843 a 1847 recorrió Cataluña de pueblo en pueblo, evangelizando y siendo perseguido por ello. En 1848, el conflicto de la Segunda Guerra Carlista lo obligó a cesar su predicación y fue enviado a las Islas Canarias, donde permaneció algo más de un año recorriendo las islas y anunciando la buena nueva. El 16 de julio de 1849, en su regreso a Cataluña fundó la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, también conocida como los Misioneros Claretianos, y que en ese momento integraba a otros cinco sacerdotes compañeros. Al poco tiempo y pese a sus objeciones, le nombraron Arzobispo de Cuba. Fue consagrado obispo el 6 de octubre de 1850 en la catedral de Vic.

Padre Claret

Obispo de Cuba

Durante 6 años realizó su labor apostólica en Cuba, entregándose a la predicación del evangelio y acompañando al clero y al pueblo en sus necesidades. Defendió la dignidad de los esclavos, fundó Cajas de Ahorros para campesinos y bibliotecas populares, creó una granja-escuela para niños y en 1855 fundó, junto con la Madre Antonia París la Congregación de Religiosas de María Inmaculada Misioneras para la educación de las niñas, entre otras muchas labores. Su acción social y su predicación le valieron de nuevo la persecución, y sumado a otros muchos intentos, atentaron contra su vida en 1856. Fue herido cuando salía de misa por un sicario que portaba una navaja, pero aunque su salud quedó perjudicada, salvó la vida.

Confesor real

En 1857 la Reina Isabel II le reclamó en Madrid para que fuese su confesor real. El Padre Claret aceptó con tres condiciones: vivir fuera de palacio, no tener que guardar antesala en sus entrevistas con la reina y tener el resto del tiempo disponible para dedicarlo a sus obras. Permaneció 11 años en Madrid, en los que continuó con su imparable labor de predicación, confesión, visita a los presos y a los enfermos… Aprovechó los viajes de la Reina por España para seguir realizando un intenso apostolado. En Madrid, fundó la Academia de San Miguel y fue nombrado presidente del Monasterio de El Escorial.

En el exilio

Cuando estalló la revolución de 1868, se exilió con la Reina en París. En 1869 fue convocado en Roma para participar en el Concilio Vaticano I, en el que defendió la infalibilidad pontificia. En 1870, ya muy enfermo, volvió a Francia, donde murió el 24 de octubre de ese año, en la abadía cisterciense de Fontfroide.  En 1934 fue beatificado por el papa Pío XI y en 1950 fue canonizado por el papa Pío XII.

Ejemplo de vida

Tal y como Pío XII dijo en su canonización, “no son nuestros tiempos menos difíciles que los del Santo Arzobispo de Cuba, confesor de la Reina de España y fundador insigne; por eso juzgamos providencial el poder hoy ponerle como modelo para todos”.

Ante todo, San Antonio María Claret fue un cristiano profundamente enamorado de Dios y del prójimo, con un gran celo por anunciar el evangelio y ayudar al más necesitado. “Pudo ser humilde de origen y glorioso a los ojos del mundo; pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante; de apariencia modesta, pero capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de la tierra; fuerte de carácter, pero con la suave dulzura de quien sabe el freno de la austeridad y de la penitencia; siempre en la presencia de Dios, aun en medio de su prodigiosa actividad exterior; calumniado y admirado, festejado y perseguido. Y entre tantas maravillas, como luz suave que todo lo ilumina, su devoción a la Madre de Dios”
(del Discurso del Papa Pío XII el 8 de mayo de 1950).

Enamoraos de Jesucristo y del prójimo y lo comprenderéis todo y haréis más cosas que yo. – San Antonio María Claret

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