COLEGIO MAYOR LARRAONA

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La experiencia de vivir en el Colegio a través de testimonios, noticias y eventos. Son un pequeño reflejo de las amistades, los aprendizajes y los grandes momentos que pasamos aquí dentro. No te lo pierdas.

Entrevista Juan Manuel Fernández

Think&Talk con Juan Manuel Fernández

La situación provocada por la pandemia ha hecho que terminemos el curso de una manera muy diferente a otros años, no solo por la vuelta de la mayoría de los colegiales a sus casas ante la imprevisibilidad de la situación que estábamos viviendo, sino también por toda la actividad cultural del Colegio que ha sido suspendida.

Aunque esta vez el formato no sea Think&Beer –más bien Think&Talk over the phone, como las circunstancias lo han requerido– a finales de mayo quisimos hablar con nuestro antiguo colegial Juan Manuel Fernández, magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Navarra y vocal del Consejo General del Poder Judicial. Inquietudes, sentimiento de pertenencia, amistades, ejemplaridad… Reflexiones en torno a la situación actual, la época universitaria y la vida en un Colegio Mayor a punto de cumplir los cincuenta años.

Juan Manuel Fernández Colegio Mayor LarraonaJuan Manuel Fernández en el Acto Académico de Imposición de Becas y Placas de Fin de Carrera de 2017, en el salón del actos del Colegio Mayor Larraona.

Juan Manuel, un consejo para nuestros colegiales: ¿cuál crees que es la clave de una carrera universitaria bien aprovechada?

Obviamente lo fundamental es la adquisición de los conocimientos científicos de la disciplina, pero la vida universitaria no se agota ahí. Creo que es fundamental saber coordinar y complementar la formación académica con formación o actividades extraacadémicas. También, ser curioso, inquieto intelectualmente, buscar siempre el porqué de las cosas. Esa inquietud se produce fundamentalmente en esos años de formación. Así viví yo aquellos años de universidad. Llegué al Colegio Mayor Larraona hace cuarenta y cinco años. Las circunstancias eran distintas, igual que lo era la sociedad del año 1975, no había Internet ni redes sociales. Esto hacía que esa comunicación, el contraste con otras formas de entender la vida, la descubrieras más intensamente en la universidad. No obstante, las circunstancias cambian, pero la esencia se sigue manteniendo. La inquietud por el saber puede ser similar en un universitario de hoy y en uno de hace cincuenta años.

Centrándonos en la situación actual provocada por la pandemia, ¿cuál crees que debe ser la actitud de un universitario?

Hay que saber adaptarse a las circunstancias que nos vienen encima. Esto exige un esfuerzo a todos, universitarios y docentes. No sabemos el tiempo que nos va a tocar vivir esto. Es fundamental mantener esa inquietud, considerarlo como un tiempo que invita a la reflexión. Por supuesto, no es bueno vivir cosas malas, como una epidemia o una enfermedad. Pero cuando toca vivirlo se pueden aprovechar aquellas experiencias para que arrojen algo positivo, y que no sea en vano todo ese sufrimiento. Creo que es lo principal que podemos hacer tanto los docentes como los alumnos: que no sea un tiempo perdido.

Y desde tu experiencia personal, ¿qué cosas podemos sacar en positivo?

Estábamos muy acostumbrados a vivir en una sociedad en la que teníamos cierta sensación de ser invulnerables, de pensar que teníamos garantizados ciertos aspectos, como el derecho a no ponernos enfermos. La invulnerabilidad es una cierta forma de soberbia. Así que, en primer lugar, esto nos ha colocado ante la realidad de que somos frágiles. También, cuando uno vive esta situación reflexiona acerca de las cosas que son más importantes en la vida, que merecen más la pena. Quizás antes, con el ritmo de vida que llevábamos no se reparaba en ellas. Durante el tiempo de aislamiento, de reclusión, puede que hayamos meditado, que hayamos percibido más la espiritualidad de la vida. Y para aquellos que por fortuna han pasado el confinamiento en familia, la convivencia familiar prolongada seguro que ha sido muy enriquecedora.

“Ser curioso, inquieto intelectualmente, buscar siempre el porqué de las cosas… Esa inquietud se produce fundamentalmente en los años de universidad.”

Volvamos a tus años de colegial, ¿qué crees que contribuye a que exista ese sentimiento de pertenencia que hay entre antiguos colegiales de Larraona?

Cuando uno vive intensamente algo grupal se genera una especie de telaraña invisible, un hilo conductor donde uno es capaz de reconocerse con alguien que estuvo hace cuarenta y cinco años, que une incluso a tres generaciones. Esa estancia genera un sentimiento de pertenencia. Además, Larraona siempre ha fomentado los aspectos complementarios de la formación. Fue para muchos –o para la mayoría­– no sólo una residencia, un lugar donde dormir y comer, sino algo más allá. A lo largo de cincuenta años ha sido siempre un lugar de convivencia, de debate acalorado incluso con personas de ideas y procedencias muy distintas. Eso se ha venido manteniendo a lo largo del tiempo y resulta muy enriquecedor, ya que a veces solo nos relacionamos con quien es como nosotros.

Afortunadamente, son muchas las amistades que conservo. Yo estuve en el Colegio desde octubre de 1975 hasta junio de 1979. Sigo manteniendo el contacto con muchas personas que viven en distintas ciudades, lo que es enriquecedor. Es un querer comunicarse, estar al tanto, que tiene una base muy sólida cimentada en aquellos años. Una experiencia que seguro que otros muchos colegiales compartirán.

“No es bueno vivir cosas malas, como una epidemia o una enfermedad. Pero cuando toca vivirlo se pueden aprovechar aquellas experiencias para que arrojen algo positivo, que no sea en vano todo ese sufrimiento.”

¿Cómo describirías la esencia del Colegio Mayor Larraona?

De una manera sintética describiría su espíritu como el lugar para la creación de espacios de debate, de campos de comunicación muy afectiva, desde la discrepancia, desde la base del respeto y donde se respira un nexo común por el que nos reconocemos como colegiales de ese centro. Todo esto constituye un gran vínculo. Larraona es un Colegio Mayor que estimula la curiosidad intelectual.

Y aunque la esencia es lo fundamental, por otra parte, cada época tiene sus circunstancias, que son importantes y conforman nuestro mundo. Yo llegué al Colegio Mayor a principios de octubre de 1975. Mes y medio después moría Franco. Nos tocó vivir un cambio social, político y toda la transición democrática. También se aprobó la Constitución. Cambiaron muchísimas cosas y el Colegio Mayor era como un hervidero.

También recordarás tus éxitos deportivos.

¡Un magnífico equipo de fútbol! A quienes nos gusta el deporte también debemos aprovechar la etapa universitaria. El deporte es una magnífica escuela de aprendizaje, de relaciones sociales y de valores personales. Yo jugaba con amigos, quizá fue ésa la clave del éxito. Ganamos el Trofeo Rector durante tres años seguidos.

Pasemos del éxito a liderazgo. ¿Para ti, cómo se llega a ser un líder?

Yo distinguiría el liderazgo de la ejemplaridad, aunque a veces pueden coincidir. Todas las personas debemos tender hacia la ejemplaridad como valor ético. Tenemos la obligación de hacer las cosas bien. Cuando uno tiene una responsabilidad pública, un poder, como por ejemplo un juez, esa obligación de hacer las cosas bien y de ser ejemplar es aún más acusada.

Desde el inicio, desde que la persona tiene uso de razón, debe tratar de hacer las cosas bien; pero el liderazgo no es un camino con un final en el que la vida ya pueda calificarse como ejemplar. Uno tiene que estar en tensión y atención permanente a todo lo que le rodea. No caer nunca en la autocomplacencia o autosatisfacción. Tenemos la obligación de exigirnos siempre un poco más. La vida universitaria puede ser un buen momento para tomar conciencia de esa necesidad, de que el camino de la vida te va a exigir eso. La universidad debe colocarnos ya en esa senda.

“Larraona fue para muchos –o para la mayoría­– no sólo una residencia, un lugar donde dormir y comer, sino algo más allá. Son muchas las amistades que conservo.”

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