Carlos Larroy es periodista, comunicador, antiguo colegial de Larraona y, sobre todo, un gran amigo. De la promoción de Periodismo de 2012, vino de Aragón para estudiar en la Universidad de Navarra y estuvo con nosotros de 2009 a 2012. Nos visita cada vez que pasa por Pamplona. Como ahora esto no es posible, hemos querido hablar con él y compartir con vosotros su testimonio. Nos cuenta su labor en la asociación Aspanoa, sus impresiones sobre este año, sus recuerdos del Colegio Mayor y más.
Apoyando a los afectados por el cáncer infantil
Actualmente trabaja como Director de comunicación en Aspanoa, la asociación de Padres de Niños con Cáncer de Aragón (la homóloga de la navarra Adano). En España existen veintiún asociaciones de este tipo, que son independientes, pero trabajan en coordinación para atender a los niños con cáncer y sus familias e impulsar la investigación contra el cáncer infantil en España.
Carlos dirige la estrategia e implementa las acciones de comunicación y marketing: “Me ocupo del contacto con los medios, las redes sociales, la comunicación interna, el marketing… Mi objetivo es que la labor de Aspanoa se vea y se conozca cada vez más. También organizamos eventos y trabajo en la captación de fondos”.
Estudió Periodismo porque quería trabajar en un periódico, y cuando acabó la carrera trabajó tres años en el Heraldo de Aragón. Después se fue a Madrid y estuvo colaborando con distintos medios de comunicación nacionales. Cuenta que conocía a Aspanoa porque había participado en alguna actividad y surgió una oportunidad.
“Estoy muy contento. La gente que trabaja aquí es maravillosa y es una labor que me llena mucho. Aunque no estoy en contacto con los niños de manera habitual sí que los veo en alguna excursión, actividad o campaña que realizamos y les cojo mucho cariño. Es un trabajo muy bonito, pero también muy duro. Pensar que siguen muriendo niños por esta enfermedad te cambia la perspectiva de la vida”.
Reinventarse para continuar
Reconoce que los últimos meses han sido complicados, al tratar con personas que son de riesgo. “Pese a que los niños parece que lo pasan sin problemas, en este caso puede ser peligroso. Ha habido que convertir la planta de Oncopediatría del Hospital Miguel Servet (único centro con esta especialidad en Aragón) en una especie de burbuja para evitar que entre el virus. Por supuesto, el equipo de profesionales de Aspanoa, como los psicólogos, trabajadores sociales, musicoterapeutas o fisioterapeutas, asisten presencialmente a los niños y familiares. Pero los voluntarios no pueden ir y deben conectarse con ellos de forma telemática. Acuden a nuestra sede y desde ahí hacen una videollamada con los niños. Normalmente sus padres les dejan un móvil o Tablet, y si no tienen, les prestamos nosotros un dispositivo. Como todos, tengo ganas de que poco a poco volvamos a la normalidad. A nivel de voluntariado el cambio en esta planta ha sido como la noche y el día. Visitas de los cabezudos, de los reyes magos, talleres de magia… Todo este tipo de cosas han tenido que posponerse. Aunque es una planta dura también es alegre, gracias a los profesionales y a los voluntarios de Aspanoa”.
A pesar de las circunstancias, siguen realizando su labor de apoyo psicológico y social a los pacientes y sus familiares y siguen prestando servicios como el piso de acogida, para las familias de otras partes de Aragón que deben trasladarse a Zaragoza para recibir tratamiento.
“Lo importante es que seguimos atendiendo a los niños y familias. Lo que no se puede hacer son mercadillos o carreras para recaudar fondos, porque implican grandes aglomeraciones. Hay que reinventarse para seguir fomentando la investigación y sosteniendo nuestra labor. Es un trabajo arduo. Ahora hemos abierto un comercio electrónico con algo de merchandising y también hemos realizado una campaña para que las empresas puedan hacerse socias. Esta situación te da posibilidades de innovar. Esa es una de las pocas cosas buenas de la pandemia, que ha acelerado la digitalización y otros procesos de transformación dentro de las organizaciones”.
Con sus cosas buenas y malas, se puede decir que 2020 ha sido un año inesperado para todos. “El confinamiento lo vi como algo de película, no te lo podías imaginar. Por un lado, pensaba que de él íbamos a salir más solidarios, pero por otro, tengo mis dudas de que se vaya a conseguir. Hay gente que puede que cambie y gente que no. Basta con salir a la calle para verlo. Ahora lo importante es que la gente se vacune y que sea responsable estas navidades”.
Muchos (y buenos) recuerdos
“Del Mayor solo puedo decir cosas buenas. Fui súper feliz”, comienza explicando. Durante el primer año de carrera estuvo viviendo en un piso con otros estudiantes, pero no terminó de disfrutar de la experiencia, así que se cambió al Colegio Mayor Larraona. Se quedó con nosotros hasta cuarto de Periodismo, el último año de lo que entonces era una licenciatura.
A pesar de lo que puede parecer, venir a un Colegio Mayor no le quitó libertades, sino que le ayudó a disfrutarlas. “Es verdad lo de la libertad responsable, me gusta mucho como concepto. En el Mayor tienes completa libertad, dentro de lo lógico, y a los diecisiete o dieciocho años eso es muy chulo. Maduras rápidamente, pasas a ser casi un adulto. De ti depende invertir el tiempo de una forma u otra”.
Carlos, entre otras cosas, decidió invertirlo en lo que más le gustaba: el periodismo. “Para mí supuso una iniciación periodística. Desde el primer año que estuve en el Mayor organicé, junto con otros dos colegiales, una serie de conferencias con políticos y llenamos el Salón de Actos. Vinieron Rosa Díez (cuando estaba UPyD), Antonio Basagoiti (del PP), Gaspar Llamazares (entonces coordinador general de Izquierda Unida)… Yo me encargaba de moderar y hacer la convocatoria de prensa. Grabábamos las sesiones y en cuanto terminaban, nos encerrábamos en mi habitación para redactar una noticia que enviábamos al Diario de Noticias y se publicaba al día siguiente”.
Pero no solo hizo migas con sus compañeros de profesión. Entre sus amigos de Larraona también se encuentran abogados, médicos o químicos, por ejemplo.
“Desde el principio había gente majísima. Con los del Colegio Mayor era con los que mejor me lo pasaba, con ellos salía de fiesta. Ahora los colegas de esa época tenemos un grupo de WhatsApp. Puedo decir que tengo amigos en todos los pueblos de España. Hay riojanos, andaluces, de Burgos, de Palencia, de Mallorca… Es complicado juntarnos todos, pero de vez en cuando nos vemos unos cuantos”.
Carlos cuenta que se lo pasaban verdaderamente bien. “Siento mucho que a los colegiales actuales les haya tocado ser universitarios en esta época, pero hay otras maneras también de pasarlo bien, además de salir de fiesta. Disfrutar de la experiencia universitaria es mucho más que salir y estudiar”, afirma.
Vida colegial aprovechada
A él le debemos la sala de la mediateca. “Fue una idea mía. Vi que la sala estaba abandonada, con un montón de vinilos, y que nadie sabía lo que había allí. Presenté el proyecto al equipo directivo, les gustó y se reformó: se puso una televisión, se arregló el tocadiscos e hicimos una buena colección de películas. La inauguramos con una botella de champán y una tortilla de patatas”, recuerda divertido. “Para los que nos gusta el cine y la música es una maravilla. Cuando la abrieron nos pegamos una semana entera ahí dentro. Hay auténticas joyas”.
Invita a todos los colegiales a aprovechar “al máximo” la vida universitaria y a hacer vida en el colegio. “Aunque siempre ha habido gente que va más a su bola los animo a hacer mucha vida en el Colegio Mayor. Solo vas a estar en Larraona una vez en la vida y hay que aprovecharlo. De todo el mundo aprendes un montón y te puedes llevar cosas buenas. Que no se queden con los cuatro o cinco amigos de la facultad y con los dos o tres de las comidas. Del Colegio Mayor saldrá gente que luego te irás encontrando en la vida”.
Y no solo os encontraréis, sino que os hará mucha ilusión hablar con ellos, al igual que nos ocurre a nosotros cada vez que nos visitan Carlos y otros antiguos colegiales.