COLEGIO MAYOR LARRAONA

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La experiencia de vivir en el Colegio a través de testimonios, noticias y eventos. Son un pequeño reflejo de las amistades, los aprendizajes y los grandes momentos que pasamos aquí dentro. No te lo pierdas.

Voluntariado Brasil

Verano con propósito: el testimonio de Amelia Wefer Moltedo

Desde su primer año de carrera, Amelia Wefer Moltedo forma parte de la familia del Colegio Mayor Larraona. Llegó a Pamplona después de haber vivido una experiencia de voluntariado en Roma con una idea clara: no buscaba solo un lugar donde dormir, sino un hogar que le ofreciera acompañamiento humano y espiritual. Y lo encontró. “Jesús es mi lugar seguro, especialmente en los momentos de dificultad o soledad», declara. «Saber que podía acudir a Él tan fácilmente en la capilla del Colegio Mayor fue una de las cosas que más me ayudó a decidir”. En Larraona, descubrió una comunidad donde sentirse en casa, un espacio donde crecer, compartir y vivir su fe con autenticidad.

Estudia Psicología, una carrera que eligió porque sentía que le daba la posibilidad de trabajar en distintas áreas y que le permite vivir su deseo de ayudar a los demás “con fundamento”, como dice ella. Ese deseo también se cultiva día a día en Larraona, donde ha encontrado amistades profundas, como Alba, que, según Amelia, es “uno de los mayores regalos que me ha dado Larraona. La conocí la primera semana en el colegio mayor. Desde entonces me ha acompañado en todas mis aventuras”.

Estudiantes en Brasil

Además, ha participado en proyectos compartidos y ha encontrado mucho espacio para crear: desde clubes y catas de jamón hasta el coro de misa de Navidad. Cada experiencia suma en un entorno que impulsa acompaña y hace posible que todo eso suceda.

“El colegio mayor me ha regalado tiempo: para pensar, para estudiar, y para aprovechar al máximo todo lo que la vida universitaria me ofrece”, cuenta. Con energía y compromiso, Amelia ha hecho de Larraona su hogar y su base para seguir soñando en grande.

Y sus ganas de crecer están presentes no solo durante el curso académico. Este verano, Amelia viajó junto a su mejor amiga Alba, a São Paulo. La idea era conocer el país, porque allí vive su novio con su familia. Pero un paseo tranquilo no les bastaba: “las dos somos personas muy inquietas, y el simple turismo no era lo que buscábamos. Queríamos hacer algo con sentido”. Por eso, se involucraron en varias actividades con el ECYD de São Paulo, un grupo católico de adolescentes vinculado al movimiento Regnum Christi.

Amigas en voluntariado

Aprovecharon lo aprendido en la universidad para preparar sesiones sobre liderazgo y gestión de conflictos. Lo desarrollaron con la ayuda de Magaly Marrodán, la subdirectora de Larraona, quien las ayudó a preparar el contenido de las sesiones. También participaron en misiones por la fiesta del Corpus Christi, visitando favelas y acompañando a las familias. “Sobre todo, acompañamos a los adolescentes del grupo en su propio camino de entrega a esa comunidad”.

Más tarde, en un campamento con niños de 7 a 17 años, se encargaron de la organización, la animación y el apoyo a los monitores. “No era un campamento cualquiera: la diversión no era el objetivo principal, sino la formación humana y espiritual”, describe. Lo que más la marcó fue ver a tantos jóvenes entregarse con alegría, no por obligación, sino por vocación.

Voluntariado católico

El choque cultural más grande fue el idioma: “Empezamos sin entender casi nada, y poco a poco fuimos comunicándonos mejor”, cuenta. Esa convivencia diaria, tan intensa, la hizo crecer. Aunque su familia, venezolana y de origen italiano, ya le había enseñado a moverse entre culturas, esta vez fue distinto: “aprender desde dentro –no como turista sino formando parte de una comunidad– ha sido un regalo que me ha hecho crecer mucho”, dice.

Y sí, también hubo sorpresas inesperadas: “¡nunca antes había probado el corazón de gallina!”, cuenta entre risas.

Un día especialmente duro, quedarse en la cama unos minutos más le hizo ver algo profundo: su ejemplo contaba más de lo que imaginaba. Entendió que los demás la empezaron a imitar, y que su comportamiento era ejemplar. “Mi papel no era simplemente estar allí, sino formar a las formadoras”, explica.

Colegialas en Brasil

“Esta experiencia me ha hecho enamorarme aún más de la etapa de la preadolescencia y la adolescencia”, comenta “aunque a muchos les intimida esta edad”. Hoy tiene claro que quiere poner su formación al servicio de quienes están creciendo y aprendiendo a ser ellos mismos.

¿Y ahora? “Mi plan es no tener plan… aunque eso sí, a ver si este verano por fin logro sacarme el carnet de conducir. ¡Deseadme suerte!”.

Le deseamos mucha suerte y ánimo durante esta última etapa de verano y esperamos volver a verla pronto, cuando empiece el año académico.