La siguiente obra está escrita por un colegial para el concurso de relatos de 2023.
La ruta carmesí
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Condeno esta maldita investigación por el creciente afán de destapar las verdades más inhóspitas que yacían ocultas. Me responsabilizo por lo que le pasó a mi equipo en nuestra travesía hacia lo desconocido. Reconozco que las probabilidades de salir con vida, de cualquier luz de esperanza, de un escape inminente de las alas demoniacas de este valle; fueron nulas desde el inicio. Sin embargo, quiero que antes de juzgarme desde su ignorancia obsoleta, absténgase a sacar conclusiones que no las de yo. No estuvo aquí, no sabe en absoluto lo que mis hombres y yo pasamos. Es más, me atrevo a decir que jamás podrá verlo. Lo más próximo que logrará a estar de visualizar esto hechos que narro será en su limitada imaginación. No hay mente humana que pueda describir o imaginar los horrores que acontecieron y perturbaron a cada uno de nosotros hasta el inevitable final de la muerte. No tuvimos un descanso eterno como imaginamos, no hubo calma ni paz antes del viaje final.
Pero aun asi, no niego al decir que aquel repentino final, por muy macabro e inquietante que haya tenido mi equipo, haya sido un regalo. ¿Sabes? La mente humana es insignificante y vulnerable. Muéstrale algo inexplicable y veras como al intentar sacar conclusiones en su limitado raciocinio desciende a la locura y su interior se transforma en un bucle vacío y sin sentido de ideas sin base sólida. La vista me maldijo. No podré disfrutar de esto que llamamos paz, pues por muy alcanzable que sea, siempre habrá una guerra más que luchar y siempre habrá un sinfín de motivos para que la maldad vuelva a comenzar. No hay mente humana que si quiera pueda formar o darle forma a lo que no se le puede dar una explicación sin enloquecer en el intento. No hay paz. No hay esperanza. No hay algún otro propósito para que mi cuerpo siga rondando por este mediocre universo mientras abominaciones cuya imagen no puede ser construida por mi falta de cognición del espacio. No hay sentido para seguir. No existe la tranquilidad y la armonía, mas el mal reinara como siempre lo hizo.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
I
Corrupto para mí, son aquellos que no atribuyen la virtud de la verdad frente a un conjunto de personas que creen plenamente en ti. Aquellos que teniendo gente que los respalde y estén dispuestos a perder cada una de sus extremidades por estos llamados líderes, no dudan en sabotear las mentes de sus seguidores a base de manipulación debido a su audaz ignorancia, fruto del desconocimiento de los verdaderos planes de este ente formado por arduas, enfermizas y exageradas horas de investigación.
Pues, tanto la definición como yo, tenemos cosas en común. Pero jamás me catalogue esa virtud, no por aquel entonces. Necesitaba hombres dispuestos a seguir un fuerte ideal capaz de mover cualquier ideal previo de su cabeza y tener a mi disposición soldados manipulables, o simplemente tentarlos con promesas de fama y fortuna que moverían los cimientos de la oscura y perversa cabeza de los habitantes de este miserable pueblo. La incomprensibilidad de sus motivaciones son lo que me dio una ventaja muy grande para aumentar el éxito de esta misión. Pues, se guiaban estos mismos desterrados sociales por un afán tan pobre y mundano como lo es el dinero, la lujuria y las ansias de alcanzar el poder. A fin de cuentas, esto es la maldad y lo que necesitamos; y yo más que nadie requería de mano de obra para esto: gente despiadada, fuera del alcance de la ley gubernamental que iba mal en peor, exmilitares capaces de sobrellevar cualquier terreno…solo menciónalo y por un par de monedas tendrás a tu disposición a un “complejo y razonal” ser humano a tu disposición. En ideas generales, necesitaba de pensadores libres que odiasen cada rama del sistema, que rompiesen las reglas del mundo para satisfacer sus carencias pobres de sentido, dado que mi principal razón era suficientemente digna de admiración y puedo decir que es lo que me hace mejor que ellos. Yo quiero ser el primero en haber revelado los secretos de aquel pueblo
Aún recuerdo el día que escuche ese nombre.
Aquel marzo 14 del 1950, previo al inicio de la expedición, quedé en verme en una taberna con un viejo y antiguo compañero del Instituto Universitario de Astronomía: James O’Neill. Estudió conmigo durante toda la carrera, graduándose de esta en el año 1925 un cálido viernes 15 de diciembre. Pasó de ahí a entonces, estudiando e investigando sobre los oscuros secretos que esconde el universo. Su método poco ortodoxo de usar las antigua mitologías y cuentos como guía e inicio de sus expediciones hacia terrenos despiadados y peligrosos, lo hacían ver como un payaso bajo las sombras de los demás científicos. Una persona acosada y menospreciada por todos por su distinta forma de apreciar el entorno y también por las incontables vidas que se perdieron durante sus travesías, lo cual le hizo ganarse el odio de incontables linajes de sangre. Si las matemáticas daban reglas como principios matemáticos, su razonamiento corrompido por desmesuradas sesiones de lectura y su desmedida exposición a ambientes corruptos, daba con una objeción que demostraba en su máximo esplendor todo lo que mencioné anteriormente. Aclamaba con una gigantesca seguridad que esta ley solo servía para lo que nosotros conocemos y no seria comprensible bajo su punto de vista implantar reglas cuando desconocemos un sin límite de cosas, que la miseria y arrogancia humana se basa en buscar definiciones y buscarle el sentido a las cosas cuando nosotros somos los seres más desquiciados de este mundo. Incluso, reprendía a las personas -especialmente científicos- sobre la insignificancia que somos frente al infinito universo. Desde que tengo memoria, siempre mencionó que el hombre no comprende en su totalidad la creación de su existencia, ya que rellenaba los huecos sin sentido, usando la religión como la tierra que un soldado usa para rellenar la fosa donde yacen los putrefactos cuerpos de sus hermanos caídos.
No recuerdo de forma explícita el asunto de nuestro encuentro, pero lo que recuerdo con toda seguridad es aquel pergamino sucio que sacó de su maletín de cuero, mientras encendía un puro de origen cubano. Mirándome a los ojos inhalaba el amargo y tentativo humo como si estuviera pensando cuál será su última oración antes de partir de vuelta a su hogar natal, donde quizá su consumición abusiva de alcohol lo controle nuevamente, como en pasados años. Sorprendido quedaron todos mis sentidos cuando entendí que el asunto sobrepasó los límites de la ciencia moderna cuando me explicó que su equipo había hallado en el lejano y frio pueblo de Maryland unos planos de épocas prehistóricas cuyo exquisito detalle en papel mostraban una ruta ocultada desde hace miles de años atrás. La captación visual me quedo perpleja al ver que se trataba de un lenguaje nunca visto. ¡Los bosquejos explícitamente complejos recitaban con sus cantos malévolos una energía maldita al mirarlos sin algún bostezo de aburrimiento el descubrimiento! Pensé en ese entonces acerca de la maravillosa oportunidad que tenía al frente y mientras más rápido la planifiqué, más rápido podre ser el primero en completar el maravilloso proceso de investigación de este descabellado misterio. Me excitaba saber que yo sería el primero
Inhalo nuevamente el humo de su cigarro mientras el sonido de un jazz pasivo contrastaba con la corrosiva revelación que me había dado y con pequeños golpes al inferior de su puro quitaba las cenizas que quedaron en su fuente cancerígena…
-Se hace llamar “La ruta carmesí”-
Un nombre tanto macabro como misterioso, cuya curiosidad crece agresivamente y sus raíces de peligro se instauran en las partes más remotas del cerebro. Con mucho detalle fui deleitado por la maravillosa forma que tiene O’Neill de explicar, acerca de la ubicación de esta ruta cuyo nombre era desconocido para mí. La ubicación de esta era en el pueblo Maryland, que se ubicaba entre la frontera de Canadá y Estados Unidos (Precisamente en Maple Grove). Curiosamente, esta localidad no tenía ubicación alguna en los mapas geográficos de las zonas cercanas: era un pueblo fantasma. Sin embargo, según lo que me contaba O’Neill, en una de sus expediciones por la zona, encontraron un pequeño altar de piedra caliza, con calaveras de cabras por encima y una señal en la parte superior de un palo de madera incrustado en el suelo que decía el nombre de este “pintoresco” pueblo.
Solamente aparecía cuando la denigración de la mente de todo aquel que pisase o vagase por los frondosos bosques, fuese tan descabellada que fuerzas de origen desconocido con ayuda de su maligno poder, resurgiesen el pueblo, asi como un flagelante y su fiel látigo golpean a un niño en su minúscula espalda con el fin de que pueda exiliarse de sus pecados. James, cuyo ser estaba plenamente nublado por la ambición que poco a poco con el avance de mis años también llevé incrustado como un gancho en mi garganta, (Las ansias del saber) provocó la aparición del lugar. No pensé que dicha “forma de vivir” fuese vista por estos entes como un receptor de maldad, que los levantaba de su descanso en el nunca visto valle de las almas perdidas. Quizás debí retroceder a la primera señal.
II
No obstante, sabía que aquel misterio debía ser solo mío. Y mi determinación haría todo lo posible para que mi camino de vida, único y digno de admirar, se cumpla.
Logré convencer a varios hombres para el trabajo. Parte de ellos, era provenientes de mi tierra, la gran y bendecida ciudad de Barcelona. Quizá el capital invertido en estos podría asustar a cualquier inversor, pero no los traje aquí solamente por sus habilidades en el campo. Yo no veo un producto o un bien, yo veo hombres que ganaron mi confianza y su disposición para esta misión es indispensable para el éxito de esta. Traje conmigo a Marcelo de Prado, ex militar que perteneció a un escuadrón antibombas y a Lideo Montesclaros, arqueólogo y profesor de la facultad de ciencias del Instituto de artes e historia. Gracias a mis contactos, fue proveído con 2 nuevos integrantes, en este caso y a diferencia de mis dos fieles camaradas, eran provenientes del cartel de Los Zetas. Me lleve una sorpresa al escuchar el origen de estos dos. Fue la oportunidad de oro que no desaproveché, pues de esa forma ya tenía hombres dóciles pero obedientes en la palma de mi mano. Por razones obvias, ninguno de los dos mercenarios que contraté dio su nombre mas que alias. El rapado con satanás tatuado en el lado izquierdo de su cráneo era “Diablo” y el hombre de estatura media y de gran musculatura pido ser llamado con “Tanque”.
Pasó exactamente una semana para que esta gentuza de delincuentes se equipase con lo necesario para la misión. No me resigné a decirles que traigan rifles, pues me limitada mente en ese momento había previsto un encuentro con algún animal salvaje, un cartel; cosas que son conocidas para el humano. Además de eso, llevaban ambos una mochila con un kit básico de acampado, que incluía un saco de dormir, almohada, carpa y una lampara. Iban vestidos para la ocasión. Era de imaginar que su vestimenta sería con camuflaje militar. Diablo iba en verde y Tanque iba en gris, ambos con sus armas apuntando hacia el suelo, esperando con suma impaciencia mi orden de salir. Da igual si describo o no mi vestimenta. El punto es que ya estábamos listos para adéntranos en este bosque.
Anduvimos horas caminando por el bosque de Maple Grove sin éxito de poder hallar este altar maldito. La conversación que tuve con James no me detallaba muy bien la ubicación de este poblado. Sin embargo, como un gusano en un cadáver, pude extraer pequeños fragmentos que me darían con la respuesta deseada. Total, el altar estaba en la tierra durante 3 meses. Lo que me contó O’Neill fue hace dos meses, asi que no nos queda bastante tiempo. Para encontrarlo, teníamos que deambular hasta que “el planeta caiga en su estado de pura maldad” y “los ojos juzgantes del infinito negro salgan a mirar”. Esto hace clara referencia a la noche y a las estrellas respectivamente. Una vez esto estaba cumplido, teníamos que apagar toda fuente de luz y esperar que se oiga cerca de nosotros, un largo y cálido silbido. Asi como la leyenda venezolana del Silbón, si lo escuchabas cerca, estabas a salvo. Pero de ser lo contrario, tienes que ponerte a rezar a cualquier Dios en el que creyeses, pues solamente un milagro podría salvarte.
Esto mismo fue lo que paso. Aproximadamente a las 12:20 de la noche, con la asfixiante y malévola noche, apagamos nuestras linternas y quedamos a merced de los seres que estuviesen ahí. Quizá mi calma se vio alterada cuando el silbido que escuchamos fue a la distancia. O quizá fue cuando el segundo o tercer silbido apareció con sus melodías, que cantaban poco a poco el fin de cada uno. Solo yo soy consciente de eso sucedido, pues el primer grito que escuche fue la gota que derramo el vaso de mi paciencia. Sali corriendo junto a mis dos camaradas mientras disparos y el olor a pólvora se hacían presentes. Había un olor indescriptible y penetrante. Un olor que en mis años de ciencias jamás he olido. Un olor tan corrosivo que su simple aroma despertaba mi desesperación por dejar de respirar. Una linterna se prendió y lo que pude ver no le encuentro sentido. ¡Grande es Dios!; por bendecirme con este descubrimiento que me arrepiento de haber visto. Ahora solo estoy a disposición mi Señor Salvador de tu voluntad absoluta. En tus manos dejo mi cordura, límpiame y prepárame para el gran final que se me acerca.