A la llegada del nuevo curso, en el Colegio Mayor Larraona, preparamos unas jornadas de bienvenida que culminaron con una fiesta oficial el día 12 de septiembre. Esa noche la iniciamos a las ocho, con una misa en la capilla celebrada por el padre Aitor Kamiruaga, cmf. A continuación, fue la esperada bajada por las escaleras que abrió paso al comedor para dar inicio a la cena y, por último, cerramos con un baile. Te contamos detalles de cómo fue.
En la capilla sonaba el violín suave de Javier Albiac, acompañado de las voces de Sara Campos y Amelia Wefer, con Pablo García a la guitarra. Poco a poco se fue llenando cada silla con nuestros colegiales y colegialas, vestidos de gala, a la espera de nuestro capellán. El padre Aitor abrió esta noche tan especial con unas palabras sobre la importancia de hacer buena convivencia y disfrutar de la compañía para crecer personalmente. El padre Aitor nos lo recordó esa noche cuando dijo: “Lo que no se da, se pierde. Es decir, esos dones, cualidades, posibilidades que tenemos las personas, si no las ponemos en juego, se quedarán para nosotros, pero no dan nada”.
“Si Jesús dice: ‘Sois la sal’, ¿a qué nos está invitando? A dar sabor. A potenciar esas cualidades y hacerlas partícipes con los demás”. “Ser sal, y ser luz” – Aitor Kamiruaga, cmf.
Con los años, hay detalles que se vuelven tradición. Al terminar la eucaristía, los veteranos y veteranas se acomodaron en dos filas, con emoción, y cubrieron todo el camino desde las escaleras hasta el pasillo de entrada al comedor, para esperar a los nuevos y nuevas y rendirles homenaje con aplausos. El pasillo se llenó de bulla, aplausos, ilusión. Por las escaleras, empezaron a bajar uno por uno y recibieron con entusiasmo su bienvenida oficial. Fue un momento muy especial que seguro que recordarán siempre.
En el comedor se dispusieron largas mesas llenas de pintxos, croquetas, fritos, tortillas y mucho más. Fue un gran momento para conversar, compartir anécdotas y seguir conociéndonos más. No podían faltar las fotos grupales, de esas que pasarán a ser historia y que recordarán nuestros colegiales y colegialas con cariño cuando miren atrás.
Por último, el comedor se convirtió en una gran pista de baile para dar cierre a una bonita velada que culmina estas semanas de acogida.