Javier, Cristina, Pablo, Leire, Candela, Eneko y Agustín se reúnen todos los lunes con Josu Jiménez, nuestro capellán, para participar en el grupo de Fe y vida cristiana del Colegio Mayor Larraona. ¿Y qué hacen en estos encuentros? “Primero se discute lo que pasa en el colegio”, dicen entre risas las chicas que vienen de fuera del Colegio Mayor. Se trata de un grupo acogedor y con muy buen ambiente, un lugar en el que escuchar, aprender, compartir con libertad, crecer y vivir la fe cristiana acompañado.
“Josu prepara el material y primero nos invita a reflexionar sobre un ámbito de la vida, luego leemos el evangelio y vemos nuestra vida respecto a lo que hemos leído. Terminamos con una oración”, explica Javier.
“Después de reflexionar, lo ponemos en común, contamos qué nos ha sugerido”, dice Eneko. “Yo me apunté al grupo porque soy católico, así que cuando vine al Colegio Mayor y vi que existía esta iniciativa no lo dudé”.
Agustín también participa desde el principio: “Yo igual, para mí la fe es una dimensión muy importante de mi vida y es muy enriquecedor venir aquí y poner en común con los demás”.
Hay otros que se apuntaron “por casualidad”, como Pablo, o que vinieron invitados por otros miembros del grupo, como Cristina o Candela. Siguen, porque compartir esta experiencia con los demás les ayuda.
“Lo que intentamos es hacer una lectura más experiencial, vital”, explica Josu. “Comprender el contexto del evangelio y hacer preguntas desde el texto a la vida nos ayuda a que el evangelio ilumine nuestro vivir, que no sea solo como una clase de teología o religión”.
Así lo ve también Candela: “El evangelio con las preguntas adecuadas te puede llegar a tocar más que si simplemente lo lees. Reflexionamos, sacamos preguntas y buscamos respuestas. A mí me ha ayudado a no asumir la religión, a ahondar en mi fe. Cuando creces en una familia católica corres el riesgo de acabar tomando las cosas como una rutina, cuando son cuestiones muy importantes”.
“Por ejemplo, la pregunta ‘¿Qué buscáis?’ (Jn 1,38) de Jesús nos invita a que nos planteemos nosotros en estos momentos: ¿qué busco en la vida?, ¿qué espero?”, comenta Josu. “Nos ayuda a saber movernos como universitarios y como cristianos, dado que la gran mayoría de nuestros compañeros son gente buena, buenas personas, pero no son cristianos. Estos criterios que nacen del evangelio nos ayudan a intentar vivir así”.
“Para mí este es un lugar donde tienes la oportunidad de hacer algo que no vas a poder hacer en ningún otro sitio, con la familia o los amigos”, aporta Leire. “Aquí estoy pudiendo llevar a cabo eso que deseaba hacer, enriquecerme con opiniones de personas que se inquietan por lo mismo, o a veces por cosas distintas”.
Javier coincide con su compañera: “Estar en un grupo no solo te permite conocer más gente y hacer amistades, también puedes compartir tus inquietudes, los pájaros que tienes en la cabeza. Te permite estructurar tus pensamientos, decir lo que piensas y ver que la gente te entiende, que aportan experiencias que te enriquecen a ti, y te ayudan a sentirte entendido. Además, durante al menos una hora a la semana te obliga a hacer oración y a reflexionar”.
“Es importante parar, pensar y escribir para plantear cosas y aclarar dudas. Pensar, reflexionar y compartir desde la libertad”, insiste Josu. “También hay otra dimensión de conocer. Por ejemplo, hemos hecho un acercamiento al evangelio de Mateo para ver qué hay detrás, aprender sobre él en un ámbito más formativo. Pero siempre tenemos ese lado más vital o experiencial. De vez en cuando traemos a personas que vienen a compartir su vida. Es importante que los jóvenes tengan contacto con gente que busca, que vive la fe y provoca en ellos admiración y contraste. Esto nos da pistas para vivir a nuestros veintitantos años.”
Un ejemplo de este encuentro con otras personas fue la convivencia que celebraron en la hospedería de las Hermanas Clarisas de Salvatierra, el pasado 26 de noviembre.
Javier explica que la convivencia duró un día entero y pudieron ir varias personas del grupo: “Tuvimos dos ratos para reflexionar, para la oración y luego hicimos la comida: hora de mancharnos, recoger, convivir… También probamos las pastas que hacían las clarisas, ¡riquísimas! Al final tuvimos una eucaristía”.
Leire también fue y disfrutó de la jornada: “Las clarisas están felices y ver eso es muy guay. Viven aparte, según la llamada que han recibido, y estando con ellas aprendes sobre esta forma de vida”.
“Igual piensas en una monja de vida contemplativa o de clausura y lo primero que te viene a la cabeza es la imagen de un ermitaño”, confiesa Javier. “Pero es increíble la alegría y la energía que desprenden, ese sentido de comunidad”
En el grupo de fe también intentan vivir en ese ambiente de comunidad, de compartir entre ellos. Y eso ayuda a los estudiantes en la etapa importante que están viviendo.
“Cuando uno aterriza en el colegio mayor, en una ciudad, en una universidad nueva, surgen muchas prioridades: el estudio, conocer gente…pero también se han de tener ganas de seguir buscando, de seguir creciendo”, indica Josu. “Lo que me preocupa ya no es la dimensión trascendental o espiritual, sino el simple hecho de que la gente deje de hacerse preguntas. Somos de clichés, así que no sé qué pensarán de este grupo. Pero sé que te puede ayudar a conocerte, a integrarte bien en el año que estás viviendo. Es un grupo cuya vocación es estar abierto a más gente, no solo a colegiales: también a antiguos colegiales y a gente de fuera del colegio mayor. El año que viene hay posibilidad de que vengan más chicas que traigan esa inquietud”.
Javier lo tiene claro: “A cualquier persona que tenga algo de inquietud, que esté en búsqueda de algo, le invitaría a venir. Este es el lugar”.