La siguiente obra está escrita por el colegial Eneko de Diego y obtuvo el segundo premio del jurado en el concurso de relatos de 2023.
Consciente
Consigo llegar a la esclusa de salida pero antes de que la puerta pueda cerrarse tengo que disparar las últimas balas que me quedan en el cargador a eso que en un momento fue mi mejor amigo.
Sin poder ignorar los golpes sobre la puerta metálica que me separaba de esas cosas me pongo el último traje que queda, rezando para que esté en buenas condiciones.
Mientras espero a que la presión en el interior de la cámara se iguale a la del exterior veo como poco a poco el metal de la puerta va cediendo, sin lugar a duda, van a terminar por abrirla pero no me voy a quedar a comprobarlo.
Salí en cuanto la luz verde me indicó que era seguro y caminé sobre la roja tierra en busca de un vehículo. Cuando se declaró la cuarentena, todos los vehículos fueron deshabilitados pero, en sus últimos momentos, la directora de la base me dio los códigos para poder levantar el bloqueo antes de transformarse.
Corrí durante minutos, aunque parecieron horas por culpa de la baja gravedad, hasta llegar al rover y me pude alejar de lo que fue mi hogar por tantos meses mientras observaba a esas cosas correr por todo el valle buscándome ansiosamente sin saber que pronto sería uno de ellos.
Una nave de reemplazo con nuevos astronautas estaría aquí en menos de dos días y tenía que llegar a la antigua base de comunicaciones, que ahora estaba abandonada, antes de poder irme de aquí.
El 3 de abril de 2053, el equipo de espeleología de la base se adentró en la sección más profunda del sistema de cuevas subterráneas en busca de señales de vida pasada en el planeta.
Tras recorrer varios kilómetros, el equipo llegó a una gran cavidad en la que había un lago de agua y vegetación. Tomaron toda clase de muestras y fotografiaron todo lo que encontraron, son sin duda las imágenes más hermosas que jamás he visto. Podréis encontrar todas las grabaciones en la memoria de este rover.
La alegría e ilusión se extendió por toda la base, habíamos sido los primeros en encontrar formas de vida extraterrestre.
Poco después de la fiesta, algunos de los espeleólogos comenzaron a sufrir vómitos, dolor de cabeza y delirios pero se pensó que simplemente se habrían pasado bebiendo.
Cuando los síntomas empeoraron y la situación se descontroló se intentó poner la base en cuarentena pero esas cosas en las que se convertían nuestros compañeros eran imposibles de detener.
No conocemos forma de pararlas por lo que si estás leyendo esto y no te has infectado debes abandonar este planeta de inmediato, por tu bien y el de todos.
El rover me indica que ya hemos llegado al destino, dejo el cuaderno sobre el asiento esperando que sirva de ayuda para aclararlo todo si alguien lo encuentra.
Aunque el dolor de cabeza se iba haciendo cada vez más intenso y ya no me quedaba nada más en el estómago que devolver, conseguí encender el sistema de transmisiones y enviar mi último mensaje:
– Mayday, Mayday, Mayday. Aquí el astronauta Bradlee, ingeniero de la base Marciana. Todo el planeta ha caído, repito, todo el planeta ha caído. Algo se ha apoderado de todos nosotros.
Paro un momento de transmitir por el dolor que me está causando la herida de mi hombro izquierdo. Aunque no sangraba, se observan perfectamente las marcas que unos dientes humanos habían dejado.
Con las últimas fuerzas que me quedan tomó el comunicador de nuevo:
– Les ruego que no bajen aquí hasta que no encuentren una forma de pararlos, solo se condenarán a sí mismos. ¡Haz que pare por favor, noooo, noooo!
Unas horas más tarde, después de que una nave aterrizara sobre la superficie marciana:
– Capitán, creo que la señal de radio que nos llegó proviene de esa base de comunicaciones que está encima de esa montaña. – Dice mientras señala una gran cumbre a pocos kilómetros.
– Perfecto, ojalá encontremos la explicación de por qué nadie en este planeta responde a nuestros mensajes desde hace días y, en la única señal que nos ha llegado, solo se escuchan gritos!
Pasan por al lado del rover abandonado pero, para su desgracia, no se detienen para examinarlo sino que continúan hacia adelante y entran en la base.
– ¡Hay alguien de pie en esa esquina!
– ¡Somos del equipo de rescate! ¿Está usted bien? ¿Necesita ayuda?
El equipo de astronautas se quedan mirando a la extraña figura del final de la sala, solo escuchan un rugido antes de que se les abalance encima haciendo que los chillidos de desesperación resuenen por todos lados.
Han pasado muchos años desde que me convertí en este monstruo, no puedo hacer ni controlar nada, solo puedo observar a través de sus ojos.
He vivido todas sus atrocidades pero, ahora, solamente camina erráticamente por los fríos páramos intentando buscar nuevas víctimas a las que devorar…