Cada año vivimos con gran alegría el 24 de octubre, día en que se conmemora el aniversario del fallecimiento de San Antonio María Claret, fundador de los Misioneros Claretianos. Murió en la Abadía de Fontfroide, Francia, en 1870, dejando un inmenso legado: casi un centenar de obras escritas propias, una congregación actualmente presente en más de sesenta países, y sobre todo, una labor evangelizadora que acercó (y sigue acercando) a las personas a Dios. Por tanto, es una fecha especial para venerar su vida y su obra, para pedir su intercesión y para agradecer y festejar junto a la comunidad claretiana.
Conociendo más al santo
Lo primero pasa por saber quién fue San Antonio María Claret. Desde el miércoles 18 hasta el domingo, quien entró en la capilla pudo visualizar un vídeo sobre la vida del padre Claret y el testimonio de diversos claretianos. También vimos un pequeño vídeo todos juntos antes de tener la comida conmemorativa.
Alrededor de la mesa
Y como todas las fiestas, había de celebrarse en torno a la mesa. Primero, la del altar, con la eucaristía dominical; y después, la de la mesa del comedor, reuniéndonos todos (colegiales y trabajadores) para compartir juntos una comida especial.