Cada jueves, en la sala redonda de Larraona se abre un espacio distinto. No es una clase, no es una charla ni un club de debate. Es un encuentro de Fe y Vida, guiado por el capellán y claretiano Aitor Kamiruaga c.m.f., donde estudiantes del Colegio Mayor se reúnen para leer el Evangelio, rezar y, sobre todo dialogar desde la sinceridad.
El encuentro comienza con una breve oración. Un silencio que no pesa, sino que invita a ponerse en presencia de Dios. Después se lee una lectura enviada previamente al grupo de WhatsApp, con algunas preguntas para reflexionar. El material pertenece a los Grupos de Jesús, una propuesta sencilla, cercana y pensada para llevar el Evangelio a la vida cotidiana.
El texto que acompaña esta sesión es el pasaje Marcos 3: 1-6, la del hombre de la mano atrofiada curado por Jesús en sábado. Un relato breve pero cargado de preguntas: ¿Qué significa hacer el bien? ¿Qué está por encima de la norma o de la ley? ¿Cómo se entiende la compasión?

A partir de ahí, la conversación se estructura en tres momentos. Primero, un acercamiento al texto bíblico para comprender su contexto. La sinagoga como lugar sagrado de encuentro y de educación, el sábado como día de reposo, los fariseos como clase social que busca seguir la ley a pie de la letra y el gesto de Jesús que desafía la interpretación moral dominante. Luego, una reflexión personal, donde cada colegial y colegiala se pregunta: ¿Qué tiene que ver esto conmigo, con mi vida diaria, con mi carrera? ¿En qué me desafía? Finalmente, surgen cuestiones más amplias: éticas, humanas, existenciales.
Y las preguntas —aquí llamadas “superpreguntas” con cariño— no se evitan. Al contrario, se celebran. El encuentro no consiste en reforzar seguridades. Se trata de reconocer que la fe no siempre ofrece certezas absolutas, pero sí un camino. “Si tuviéramos toda la seguridad, entonces no estaríamos hablando de fe”, explica el padre Aitor.
Los estudiantes intervienen con libertad. Comparten lo que saben, lo que sienten y lo que aún no han resuelto. Este jueves la conversación da vueltas hasta llegar a profundizar en qué es realmente la empatía y la tolerancia. Entre todos y todas, descubren que el respeto, que solemos considerar la cumbre de la convivencia, es en realidad solo el mínimo necesario para vivir en comunidad.
A la hora de profundizar en la palabra empatía, que se confunde con la acción superficial de ponerse en el lugar de los demás, surge la idea de que el concepto realmente apunta a “padecer con”, acompañar desde la compasión. Actuar para que la otra persona pueda estar mejor.

Y sí, hay risas. No porque falte seriedad, sino porque la confianza entre quienes están presentes es cálida y viva. Hoy, la sala redonda adquiere un tono formal, pero accesible. La disposición del espacio favorece la mirada directa, sin barreras. La conversación fluye, y lo solemne convive con lo cotidiano; con la naturalidad de quienes no buscan aparentar, sino abrir espacio a la duda. Esa duda que, desde hace siglos, nos ha impulsado a avanzar.
El grupo de Fe y Vida no ofrece respuestas cerradas. Pero sí una comunidad para hacerse buenas preguntas. Y escuchar, juntos, lo que Jesús tiene que decir hoy.